Bailar Contigo
Te encanta jugar a este juego. Perdernos entre la multitud después de un día sin vernos, deseosos por encontrarnos como si nos viésemos por primera vez… Me descubres en el otro extremo de la plaza, llena de gente por la música, y mientras todos bailan nosotros nos mezclamos con ellos. Con el corazón palpitante de anticipación recorremos el espacio que nos separa y al fin nos juntamos. Como si todo fuera nuevo, exploramos el sentido de tocarnos, y bailamos. Puedo sentir el calor que desprende tu cuerpo con sólo acercarte a mí. Estás ansioso y me sacas de allí.
Entramos en el edificio del teatro y yo, descolocada, me dejo llevar por tus manos firmes a través de la oscuridad hasta que llegamos al tejado. La noche está despejada y una ligera brisa llega desde el mar. Sin ningún preámbulo, atrapas mi boca con tus dientes y la saboreas. Tus manos me aprietan en la cintura y me arquean hacia ti. Incitándome, bajan hasta mi trasero y lo aprietan, obligándome a ponerme de puntillas. Tus labios me hacen arder cuando te pierdes por mi oreja y desciendes por mi cuello. Tus dedos dibujan el relieve de mis hombros, encendiendo cada centímetro de piel que tocan…
Te pones de rodillas en el suelo y abres mis piernas. Quieres volverme loca y vas despacio, besando mis tobillos, subiendo lentamente, probando mi resistencia. Rebasas la frontera de mis rodillas, anclándote en mis muslos. Mis faldas cubren tu cabeza y no puedo verte, sólo sentirte… Pero cuando creo que vas a continuar, la punta de tu nariz roza mi escondite provocándome un suspiro y me giras bruscamente. Tu ternura ha dado rienda suelta al desenfreno y muerdes mi culo a través de la tela, lo aprietas. Pones tus manos en mis caderas y te levantas rozando todo tu cuerpo al mío. Me muerdes la nuca y casi no puedo respirar. No nos hace falta decir nada. Te quitas el cinturón y envuelves mis muñecas con él, suave pero firme. Levantas mis manos y me apoyas contra la puerta de entrada, poniéndonos cara a cara. Te detienes un momento y cuando me miras me desarmo de la cabeza a los pies. Tus ojos son oscuros y salvajes. Metes tus manos en la goma de mis braguitas y tiras de ella hacia abajo. El aire choca contra mi humedad y me hace estremecer. Abres mi camisa con un solo gesto y vas agachándote, trazando una línea recta con tus labios. Hasta llegar a mí entrepierna. Reconoces mi olor y aspiras fuerte para que yo te oiga. Sabes que eso me encanta. Y sin que me lo espere, tu lengua caliente se mete entre mis labios abriéndolos, empapándose de mi sabor. Me abandono a la sensación de sentirte tan intenso en mí y me recorres de arriba abajo. Dibujas círculos y succionas mi clítoris dejándome sin defensas. Sólo me ofreces un avance y te detienes para soltar mis manos y desabrocharte un par de botones de tus tejanos negros. Al hacerlo, dejas ver la punta de tu sexo que está duro y grande asomándose por la parte superior de tus slips. Me inclino para darle la bienvenida con mi lengua y un quejido gutural se escapa de tu garganta. Los botones abiertos de tu camiseta me invitan a olerte y lamer tu nuez. Rozar mi nariz en tu barba y morderte los labios arrastrándolos conmigo… Tiro de tu pelo hacia atrás y quedas a mi merced. Me deshago de toda mi ropa y también de tus pantalones. La humedad de la noche impregna nuestros cuerpos, que queman…
Y es ahí cuando el viento trae el sonido de la música y nos dejamos llevar. Me tomas en peso y te rodeo con mis piernas. Los tirantes de mi sujetador se caen y atrapas en tu boca un travieso pezón…. Desempolvamos nuestras matrices de baile y acompasas tu sexo en el mío, abriéndolo y adentrándote, moviendo tus caderas de atrás hacia delante, al ritmo de los tambores. Lento, fuerte. Duro.
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