Atardecer
El sol empezó a bajar en el horizonte. Suaves colores malvas y dorados se reflejaban en las cálidas aguas del mar. Allí estaba, sentado en la roca más alta, su mirada fija en el infinito, dejando volar sus pensamientos. Un suspiro escapó de sus labios. Vestía un pantalón de lino del color de la arena y una camisa blanca que resaltaba el moreno de su piel.
La brisa acariciaba su cuerpo y susurraba en sus oídos. Oyó una voz a sus espaldas, como un suave eco. Se giró y ante sus ojos tenía la mujer más hermosa que nunca pudo imaginar. Sus ojos eran de un color plateado con destellos color miel en el iris. Los largos cabellos castaños y sedosos caían sobre sus hombros desnudos en cascada. Un vestido azul resaltaba su esbelta figura de piel cremosa. La voz de la joven le devolvió a la realidad, quién al no obtener respuesta, insistió y volvió a formular su pregunta. La miró admirado, como si aquella presencia no fuera de este mundo. La joven le sonrió, buscaba su perro, un pastor belga, lo había perdido y quería saber si lo había visto por los parajes. El hombre negó con la cabeza y ella decepcionada se disponía a marchar, cuando él corrió hacia ella y la retuvo suavemente por el brazo. Lo miró sorprendida y sin decir palabra, el hombre puso una mano sobre su mejilla y la besó dulcemente en los labios. Ella, turbada, respondió cálidamente al beso. Una ola de pasión se apoderó de ellos, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia él mientras sus manos se deslizaban el vestido hasta dejarlo caer a sus pies dejando ante sus ojos su cuerpo desnudo bajo la luz dorada del crepúsculo.. Ella dejó escapar un suspiro mientras sus dedos exploraban el torso masculino bajo la camisa. Se tumbaron en la arena sin dejar de besarse y acariciarse. Él se deslizó suavemente por el cuello de la joven, prosiguiendo su incursión a través de su vientre hasta detenerse en los muslos firmes y tensos. Se detuvo en las ingles, saboreando el momento, sin prisas, para luego culminar su recorrido en el clítoris endurecido por el contacto, Ella dejó escapar un gemido de placer mientras clavaba sus uñas en la espalda del hombre, luego agarrándolo por las caderas, lo atrajo hacia él para guiarlo en su interior. La volvió a besar con furia apasionada adentrándose en lo más profundo de su ser. Ella arqueó su cuerpo mientras suplicaba casi en un susurro que no se detuviera. El primer orgasmo no se hizo esperar, los movimientos fueron cada vez más frenéticos y cadenciosos y otro estallido de placer la estremeció mientras que él dejaba escapar un suspiro de felicidad al derramarse en su interior. Cómo único testigo el mar, que sintiendo envidia por tanta pasión, fue fundiéndose con el cielo en un solo abrazo en la semipenumbra, mientras las olas rompían suavemente contra las rocas, tal nota acorde acompañando los suspiros de los dos amantes al atardecer.
La brisa acariciaba su cuerpo y susurraba en sus oídos. Oyó una voz a sus espaldas, como un suave eco. Se giró y ante sus ojos tenía la mujer más hermosa que nunca pudo imaginar. Sus ojos eran de un color plateado con destellos color miel en el iris. Los largos cabellos castaños y sedosos caían sobre sus hombros desnudos en cascada. Un vestido azul resaltaba su esbelta figura de piel cremosa. La voz de la joven le devolvió a la realidad, quién al no obtener respuesta, insistió y volvió a formular su pregunta. La miró admirado, como si aquella presencia no fuera de este mundo. La joven le sonrió, buscaba su perro, un pastor belga, lo había perdido y quería saber si lo había visto por los parajes. El hombre negó con la cabeza y ella decepcionada se disponía a marchar, cuando él corrió hacia ella y la retuvo suavemente por el brazo. Lo miró sorprendida y sin decir palabra, el hombre puso una mano sobre su mejilla y la besó dulcemente en los labios. Ella, turbada, respondió cálidamente al beso. Una ola de pasión se apoderó de ellos, la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia él mientras sus manos se deslizaban el vestido hasta dejarlo caer a sus pies dejando ante sus ojos su cuerpo desnudo bajo la luz dorada del crepúsculo.. Ella dejó escapar un suspiro mientras sus dedos exploraban el torso masculino bajo la camisa. Se tumbaron en la arena sin dejar de besarse y acariciarse. Él se deslizó suavemente por el cuello de la joven, prosiguiendo su incursión a través de su vientre hasta detenerse en los muslos firmes y tensos. Se detuvo en las ingles, saboreando el momento, sin prisas, para luego culminar su recorrido en el clítoris endurecido por el contacto, Ella dejó escapar un gemido de placer mientras clavaba sus uñas en la espalda del hombre, luego agarrándolo por las caderas, lo atrajo hacia él para guiarlo en su interior. La volvió a besar con furia apasionada adentrándose en lo más profundo de su ser. Ella arqueó su cuerpo mientras suplicaba casi en un susurro que no se detuviera. El primer orgasmo no se hizo esperar, los movimientos fueron cada vez más frenéticos y cadenciosos y otro estallido de placer la estremeció mientras que él dejaba escapar un suspiro de felicidad al derramarse en su interior. Cómo único testigo el mar, que sintiendo envidia por tanta pasión, fue fundiéndose con el cielo en un solo abrazo en la semipenumbra, mientras las olas rompían suavemente contra las rocas, tal nota acorde acompañando los suspiros de los dos amantes al atardecer.
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