Cada terapia es diferente, cada persona un mundo y cada pareja un universo, pero hay veces que te encuentras cosas en común. No sé si será porque todas somos personas, por la influencia de lo aprendido o por ambas, pero pasa.
A veces son cosas positivas que ayudan a la relación y otras son cosas que parecen positivas pero no lo son. Es normal que cueste diferenciarlas ya que la sociedad en la que vivimos con su amor romántico, sus mensajes y su todo, hacen que la distinción entre lo que queremos contra lo que creemos que queremos sea complicada.
Encuentro muchas veces en terapia -pero muchas, muchísimas- parejas que se obligan a hacer todo juntas. Pueden tener parcelas individuales y hacer planes de manera independiente pero no consiguen esa individualización cuando están juntos. Personas que se permiten hacer cosas por separado siempre y cuando no estén juntos. Y no, esta frase no tiene truco.
¿Vas a irte el finde con amistades? ¡Sin problema! ¿Te vas a tomar una caña después del trabajo con alguien? ¡Pásalo bien! Pero quieres, por ejemplo, ver una película en casa y a mí no me apetece… uhmmm… entonces mejor no, ya la verás cuando yo no esté.
Piensan que si están juntos en casa y, por ejemplo, uno se pone a leer un libro mientras otro está viendo un capítulo de una serie eso les separa, les distancia.
Si te sorprendes leyendo esto me alegro pero si te identificas quédate conmigo un poquito más, por favor.
Que una pareja permanezca unida no es consecuencia de hacer todo juntos, es más me atrevería a afirmar que eso hará que termine consiguiendo el efecto opuesto. Evidentemente es importante tener intereses compartidos, disfrutar de momentos juntos, básicamente porque compartir tu vida con alguien con quien no tienes nada en común sería aburrido y frustrante. Pero también hay que entender que eso no significa que haya que hacer TODO los dos.
Parece que hay quien piensa que los momentos en los que se está juntos en el mismo espacio físico hay que compartir lo que se haga y que, lo que no se comparta, hay que dejarlo para cuando la otra persona no esté. Y aquí está el arma de doble filo que a veces cuesta ver.
Si para hacer algo que me apetece y me gusta tengo que esperar a que no estés, al final voy a terminar deseando que no estés para poder hacerla, ¿no crees? y, además, voy a frustrarme obligándome a «dejar para luego» cosas que igual podíamos compartir.
Con esto no quiero decir que lo ideal es que cada cual haga lo que quiera cuando quiera sin tener en cuenta al otro pero sí que no os auto-impongáis normas que no os van a hacer felices y que van a terminar distanciándoos.
Lo que suele ocurrir en casos así es que es una de las dos partes la que termina cediendo y eso, con el tiempo, no alimenta nada bueno. Y, además, no hay ningún tipo de necesidad.
Si, por ejemplo, te gusta leer y tienes que esperar a estar a solas para poder hacerlo es inevitable que al final haya momentos en los que te sorprendas pensando «a ver si hoy no quedamos que me apetece leer» cuando podría ser algo compartido y no me refiero a leer los dos el mismo libro a la vez, ya me entendéis.
No os podéis hacer una idea -o si…- de la cantidad de gente que deja de lado cosas que le apasionan y que no son incompatibles con la vida en pareja, tan solo por la otra parte, porque como no quiere hacer A yo no hago A salvo que un día le apetezca. Vamos, que hay que esperar a que se alineen los planetas.
Ahora me pongo un poco brutita pero creo que es necesario: si crees que tu pareja se va a ir al garete salvo que compartas todos los momentos que estéis juntos en la misma actividad, es que esa relación igual se está sujetando en un terreno no muy firme, ¿no creéis?
Así que, por favor, no dejéis de hacer cosas que os apasionan y que podéis seguir haciendo. Disfrutad de poder tener vuestra individualidad estando en pareja. Que esperar y necesitar que a los dos os tenga que apetecer hacer lo mismo todo el tiempo sólo es una creencia errónea que el amor romántico ha traído hasta nuestros tiempos.
Sed uno para seguir siendo dos.
Así, a lo loco 😉
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