por MartaGPeris | Oct 28, 2012 | relatos eróticos
ERES TÚ Lo que me gusta del verano es que puedes estar hasta altas horas de la madrugada tranquilamente en la calle, sentado en las escaleras de una plaza cualquiera, charlando, riendo, en buena compañía. Entonces, a veces, o sólo una vez, o sólo esta maravillosa vez, ocurre: la miras y la ves. La conoces desde hace tiempo, pero ahora la ves, ¿ahora? No. Pero no aciertas a recordar cuándo empezaste a verla… Y te quedas callado y sólo puedes mirarla, te habla y la oyes pero no alcanzas a escucharla del todo porque algo desde dentro te está gritando muy alto. Es en este momento en el que tu cuerpo va por libre, acelera tu pulso, hace que te suden las manos y desvía tu mirada de sus ojos a sus labios y te bloqueas entre las ganas que tienes de besarla y el miedo a estropearlo porque es tu amiga. “¿Qué te pasa?” Llegas a escuchar. “Nada”, balbuceas, “es que ando algo melancólico”. Y ella, con ternura, te abraza y te besa en la mejilla y suspira “ay, mi niño”. Ya estás perdido. El grupo se mueve ajeno a tu conmoción. Mientras todos avanzan, tú les sigues en silencio unos pasos atrás, la ves hablar con dos amigas, su voz, su risa, su cuerpo, tus sentidos embriagan tu mente que vuela tras su oreja imaginando cómo sería acariciar su cuello con tus labios… Te alarmas de repente, ruborizado como si alguien pudiera escuchar tus pensamientos, pero nadie está reparando en ti. La miras de nuevo, pantalón corto, camiseta de tirantes, sus piernas, sus hombros, su pelo largo...
por MartaGPeris | Oct 28, 2012 | relatos eróticos
VICIO ENGENDRADO El oscuro callejón, de aquella espera de aspecto extraño, me mantuvo la atención durante largas horas, en aquellas tardes de verano aburridas. Todo el mundo era feliz, nadie salía de aquella calle descontento. Algunos entraban a la hora de comer, otros a la noche, cada cual a su momento. El trámite era sencillo, entraban se desnudaban, cogían su respectiva cesta y acto seguido elegían sala de fumadores. El simple hecho de fumar era esencial para dividir la masturbación. Mas tarde, según su aspecto, color, edad y pelo, unos corrían más suerte que otros. A Braulio, de aspecto joven, fino y dulce, le volvían especialmente loco los rudos, oscuros, maduros y precoces. Braulio, era todo un éxito en aquel lugar, una vez dentro no podía encontrar su soledad. Manos, bocas y piernas, acariciaban, lamían y rodeaban su cuerpo, hasta que fijaba especialmente la atención en un miembro del grupo, si era duro y grande siempre mejor. El paso siguiente que Braulio realizaba, consistía en caminar directo a su silla, habiendo antes elegido a su miembro mas duro. Braulio elegía siempre el «qué», el «cómo» y el «donde». Podía hacerlo y se aprovechaba. Los sentaba en la silla y frotaba su pene cerca de sus manos, insinuando así, qué se debía de hacer con estas. Una vez que conseguía su primer objetivo, el resto iba solo, se sentaba fuerte y firme sobre su pene y sin introducirlo aun, se rozaba una y otra vez sobre el. Una vez acabado el ritual, y con el corazón y la piel a mil, se levantaba y sentaba sobre otra polla, siempre...
por MartaGPeris | Oct 28, 2012 | relatos eróticos
LA FEA Y EL CIEGO -¿Quiénes son los pesados que nos tocan este año de vecinos, mamá? -No seas así, María. Me han dicho que un matrimonio con su hijo. Todos ellos ciegos. -Supongo que no molestarán como los psicópatas del año pasado. Aunque son ciegos, no mudos. Lástima. -¿Cómo será hacérselo con un ciego? ¿Lo has experimentado? -¡Qué cosas tienes, hija! Tu padre, que en gloria esté, no me lo hubiese permitido. Al diablo se le ocurre… -No se distraerán como otros, supongo, puedan hacer. Ellos a lo suyo,-rió María. -Mira que eres… No respetas ni las desgracias ajenas. La joven entra al baño por la noche y al ir a cerrar la ventana observa que el hijo se está limpiando los dientes, al otro lado del patio. Está de espaldas a la ventana mostrando su torso desnudo y poderoso, que le impresiona. -Mejor que no vean, así no tengo que encerrarme. Con el calor que hace… Se quita la blusa dejando su bien formado pecho al aire. El hijo está ahora tumbándose en su habitación, con la luz mortecina de la mesilla, en traje de baño. Se sabe fea, paticorta, con un tic imposible de detener, incluso dormida según le han dicho y una boca que exhala un hedor que no consigue evitar por más que lo ha intentado con infinidad de colutorios. Lo único aceptable que tiene son sus pechos. Lo sabe porque algún joven se había esforzado en sobárselos soportando su halitosis. Por supuesto nunca se ha desnudado ante ningún hombre y menos tan apuesto. El que sea ciego es una circunstancia que obvia. Es...
por MartaGPeris | Oct 28, 2012 | relatos eróticos
EL SOCORRISTA Garbiñe esa noche de agosto iba a ver realizado el sueño de todas las chicas de su “cuadri”,…tener una cita con Galder, el macizo y guapísimo socorrista de la playa. Galder era sin duda el más guapo y el más moreno, el más cachas, el más deseado, y ella, gracias a una amiga en común había conseguido una charla, un helado y una cita. Habían quedado esa noche a la “hora bruja” en la playa,..y los dos sabian perfectamente lo que buscaban el uno del otro,..¿o no?. Llegó la hora y Garbiñe nerviosa acudió al sitio acordado. Poco después lo hizo él, tan macizo y arrollador de dia como de noche, solo que esta vez no vestia su bañador y camiseta rojos, si no unos jeans que le sentaban de muerte y una camisa blanca que resaltaba sus bronceados biceps. Para él esta situación era habitual, desde que ejercía de socorrista se estaba poniendo las botas con las chicas como no lo había hecho en su vida, es más, se diria que “trabajaba” más de noche que de dia… Garbiñe se habia preparado para la ocasión y su atuendo era de lo más provocativo que encontró en su armario; un vaporoso vestido de finos tirantes y generoso escote que resaltaba perfectamente su silueta, y unas sandalias doradas preciosas y que le traían buena suerte. Después de una breve charla sobre lo peligroso que resultaba ser socorrista, cosa que siempre entusiasmaba a sus conquistas, y de un paseo por la orilla tambien breve,…para que perder tiempo,.él la abrazó y la besó suavemente el cuello. Ella se quedó sin respiración por un momento. El continuó besándola...
por MartaGPeris | Oct 28, 2012 | relatos eróticos
ÉXTASIS EN EL ACANTILADO Soñaba una realidad que nunca llegaba a cumplirse, que siempre quería comprobarla, sentirla y gozarla al compás de un idílico paisaje siempre en buena compañía. Abrí mis ojos y con mirada al frente sólo podía ver Mar. Una preciosa cala al atardecer con una arena blanquecina que resbalaba sobre mis manos y una chica a lo lejos, sentada en las rocas del acantilado. No había nadie más. No sé por qué, tenía la sensación de estar en un sueño, pero, ¿por qué iba a estarlo? Quise comprobar que era verdad y rápidamente fui hacia ella. Estaba sentada en la roca y conforme me iba acercando me sentía observado por ella, por una silueta muy moldeada, unos ojos muy grandes y expresivos de color claro con un bikini de color azul claro verdoso que dejaba entrever unos pechos muy sinuosos y llamativos. En cualquier otra circunstancia hubiera entablado una conversación pero quise probar la aventura del sueño, dejarme llevar y arriesgarme. Me acerqué y la miré. Era preciosa, una mirada penetrante, unos ojos que deslumbraban, lo cuál me hizo escoger entre ser el hombre mas tonto o el mas afortunado del mundo. Escogí el segundo camino y segundos después estábamos besándonos de una forma desaforada sentados en una roca del acantilado mientras notábamos como el agua caliente del mar llegaba a nuestras rodillas por la violencia del oleaje. Apartaba con una mano su largo peinado propio de una sirena para tocarle su preciosa cara e inclinarla lentamente para a la vez besarla con gran intensidad y desmarcarme de ella y ver juntos sentados este precioso paisaje...
por MartaGPeris | Oct 28, 2012 | relatos eróticos
UN FINAL Y UN RENACER Como una adolescente tiró de su brazo a través del abarrotado salón principal del hotel hasta sacarlo a la terraza. Su objetivo no era ese pero no se resistió a girarse y hundir su lengua en la boca de su acompañante no bien se vieron libres de miradas ajenas. Él la correspondió posando sus manos en sus caderas y atrayéndola hacia si, echando más leña al fuego que consumía sus entrañas desde el primer momento en que le vio en aquella fiesta apenas una hora antes y que no la había abandonado desde entonces. Con su lengua aún delineando sus labios continuó la marcha hacia el lugar que la atraía como el canto de una sirena, agarrándolo bien de la mano como si temiera que al soltarlo escapara de ella al amparo de la noche. Ya en la playa con la que había fantaseado tantas veces, con el agua lamiéndole los tobillos comenzó a desvestirle con urgencia, angustiada por el deseo de abarcar sus músculos, de sentir su piel contra la suya, de verse entre sus brazos con las palmeras y las estrellas como cómplices testigos. Con el cincelado torso al descubierto le comió a besos mientras él le remangaba la falda en su cintura para dejar vía libre a sus firmes manos, que no dudaron en agarrar sus nalgas hasta hundir sus dedos en ellas y empujar su pelvis contra el bulto duro que se marcaba en sus pantalones y que le arrancó un profundo gemido. Se agachó ante él y libero su miembro de la prisión de tela que lo contenía....