Relato erótico de Lilian

Tango Ella entra en escena caminando pausadamente. Se sienta a los pies de la cama y coge una de las finas medias que descansan a un lado. Cruza su pierna derecha sobre la izquierda y la bata de satén color carmesí se abre cayendo hacia los lados. Introduce los dedos de su pie derecho en la sedosa media deslizándola hacia arriba ayudándose con ambas manos, seguidamente inicia una lenta caricia desde la punta de su pie hasta llegar al encaje elástico que ajusta la media a su muslo y baja la pierna posándola delicadamente en la tarima. Hace un gesto para alcanzar la otra media entreabriendo sus piernas y mostrando por unos segundos su pubis bajo un volante de tul rojo. Se escucha un ahogado rumor. Cruza ahora su pierna izquierda sobre la derecha y viste su pierna con la sedosa prenda. Con la pierna aún cruzada se quita la pinza que recogía su melena y la sacude estirando su esbelto cuello hacia atrás. Con los ojos cerrados respira hondo y sus voluptuosos senos se asoman y ocultan entre el rojo satén. Entreabre los ojos y acaricia la pierna recién vestida desde abajo hasta arriba. Deja caer su espalda hasta la cama y eleva ambas piernas mostrando unas nalgas respingonas y blancas que destacan entre el rojo que las envuelve. Juega con las piernas en el aire dejando entrever brevemente la sonrosada intimidad de su entrepierna. Se escuchan voces pidiendo que se abra más. Se baja de la cama con suaves movimientos y deshace el lazo que ajusta su bata dejándola deslizar por su espalda hasta el suelo. Fija...

Relato erótico de Kinney

Sonríeme El sol brillaba en lo alto del cielo a la hora del mediodía en aquella metrópoli. Era un bonito día de primavera y corría una brisa que daba como resultado una temperatura y un ambiente inmejorables. Mario agarraba nervioso el volante de aquel vehículo de auto-escuela que ya había conducido anteriormente, sentía el tacto rugoso en las yemas de sus dedos, notaba como su corazón latía deprisa y una gota de sudor recorría su frente, justo debajo de su pelo corto y rizado de color negro. Sentía las piernas agarrotadas, temía que éstas no le respondieran y no pudiera responder a tiempo ante cualquier imprevisto. Sus vaqueros azules escondían debajo un temblor evidente, más propio de un chiquillo que de todo un hombre de veintiún años. Estaba absorto mirando la carretera, su mirada estaba clavada en el asfalto de aquella vía que conducía a las afueras de la ciudad, que en esta época estaría precioso. Entonces sintió una mano en su muslo que le agarraba con energía, entonces se giró y encontró el rostro amable de su profesor, Toni. Esbozaba una sincera y amplia sonrisa, sus ojos verdes miraban con interés a su nervioso alumno. Se pasó los dedos por su melena rubia colocando sus cabellos, y remató con una frase de una sola palabra, acompañada de un cómplice guiño de ojo que fue muy “Tranquilo”. Tenía solo cinco años más y ya llevaba dos de profesor. Sin duda era un gran profesor, además de una buena persona. Al cabo de un rato el profesor notó que el patente nerviosismo de su pupilo se acrecentaba, entonces decidió ordenarle...

Relato erótico de Herminia

Hierve la Hierba El calendario señala primeros de Julio. Es un atardecer tardío. Desde una radio llegan las notas de “El Chico de la Armónica”, cargadas de muchos recuerdos íntimos. Me acerco al ventanal, con gran excitación en mi cuerpo menudo. Llevo una carta, que acabo de abrir con estupor, en mis temblorosas manos. La primera vez que iba a “engancharme con mi futuro” fue en el jardín que tengo ante mí, después de que interpretara esa melodía como sólo él sabía con su propia armónica, cuyo sonido me acariciaba y desnudaba a la vez. Me siento en un “confidente” que tengo en el mirador. Es mi lugar predilecto. El otro asiento permanece ocupado por un cojín de plumas, mudo, pero siempre atento a mis confesiones. El “Canalla” hace años que ha dejado de ocuparlo. Mi pecho, todavía tieso, aunque pequeño, se agita casi con la misma ansiedad de aquella noche de Luna Nueva, mientras me soltaban torpemente los corchetes del sujetador las manos regordetas de mi “prometido”. Íbamos a transgredir una norma muy radicada en ambas familias: “Llegar vírgenes al matrimonio”. Estábamos dispuestos a ser los primeros en no hacerlo. ¿O hubo otros, pero nunca fueron descubiertos? Una vez superamos nuestros miedos y sabiendo que mis padres no volverían hasta bien pasada la media noche, nos entregamos desenfrenadamente con una pasión inaudita. La pradera era como una extensa cama sin límites, como la excitación que experimentábamos y que a nosotros mismos nos producía asombro. Jamás habíamos sospechado tal fogosidad en nuestro ser amado.Puede que fuera el olor penetrante a hierba recién cortada o su suavidad de alfombra mullida,...

Relato erótico de Eunate Mendia

Una flor carnívora Ella llegó pedaleando. Parecía muy joven con el pelo recogido en una cola de caballo y la falda corta y azul. Dejó la bici frente a mí y estuvo vagando hasta encontrar el nido de hierba donde tendió su toalla. Aproveché que me daba la espalda para mejorar mi posición, acercándome unos metros y crucé los dedos deseando que se quitara la falda y me dejase ver sus braguitas y los muslos, de los que ya tenía abundante ración al aire. Ella pareció adivinarme. Soltó, sin volverse, la presilla que sujetaba la diminuta cinturilla de su falda y ésta resbaló caderas abajo hasta aterrizar a los pies de la muchacha que de una patada se libró de ella. Sus bragas eran también azules. Prietas y pequeñas, dejaban al aire la mitad de un culo respingón que tendía a asomarse por cualquier lado al menor movimiento de su dueña. ¡No podía creerlo! La muchacha se giraba hacia mí, mientras se deshacía de su camiseta, dejando al descubierto unos pechos pequeños que desafiaban la ley de la gravedad apuntando al cielo. ¡La niña no tenía precio! Se estiraba perezosa, caminando entre las altas hierbas y recogía flores, agachándose, y mostrando al hacerlo la hendidura rotunda y sudada que sus braguitas ocultaban a duras penas. Reunió un buen ramillete, volvió a su toalla deshojando en ella todas las flores y se sacó las bragas con un gesto tan delicado y coqueto que no entendí lo que estaba viendo hasta tener frente a mí, un pubis moreno y rizado que se tendía sobre las flores deshojadas. La muchacha abrió las...

Relato erótico de Duende Travieso

Luna y Tormenta Me despierta un sonido chirriante, abro los ojos y entre parpadeos veo una figura femenina, es ella, solo cubre su desnudez con una leve túnica de gasa que se mece al viento, trae entre las manos unas mantas y me doy cuenta de que estoy helado…sobre el mar al fondo se ha desencadenado una tormenta, ella deposita una manta sobre mí, mitigando el frió que sentía… ella ocupa la butaca contigua y me advierte de que la tormenta llegara en breve tiempo, enciendo un cigarrillo, ella hace lo mismo y nos quedamos a contemplar esa maravilla de la naturaleza que es la tormenta furiosa que descarga en el mar…ella al terminar el cigarrillo se levanta y cogiendo la manta se pone a bailar sobre el césped como siguiendo el ritmo de los tambores, de esos tambores naturales que se oyen en la lejanía, los truenos de esa tormenta…contemplo el espectáculo de extraordinaria belleza, ella danzando sobre la hierba y de fondo rayos cayendo furiosos sobre el mar, y la luna llena iluminando a la danzante…llueve…caen gruesas gotas de agua, pero muy espaciadas en la distancia…la danza se interrumpe…ella deposita la manta en un banco de piedra y se tumba encima, de espaldas, mirando directamente a esa plena luna…instintivamente me acerco hacia ella. tiene los ojos ahora cerrados, está en silencio, veo que las gruesas gotas han empapado en parte esa sutil gasa que cubre su cuerpo, esa tela ya mojada se pega a su piel…las gotas de lluvia son ahora más espesas…la tela ya casi completamente pegada a su piel ya no hace la función de...

Relato erótico de Atenea

Marco Como cada 15 de agosto vuelvo al pueblo para celebrar las fiestas. Es el mejor momento del verano, reunirme con la pandilla de siempre y recordar viejos tiempos. Después de cenar con la familia quedo con todo el grupo en la plaza del ayuntamiento, hay una pequeña sesión de fuegos artificiales y luego la orquesta. Cuando llego Ana me dice que no me voy a creer quién ha venido este año… ¡el primo Marco! Él fue mi primer beso en un tonto juego de “beso, verdad o consecuencia” cuando yo tenía 13 años. Estuve colada por él durante mucho tiempo. Le llamamos al primo Marco porque la que es del pueblo es su prima Laura, pero desde niño y hasta los 17 él siempre venía con sus padres a las fiestas y luego se quedaba un par de semanas. Al fin llega Marco, nos saludamos y nos ponemos brevemente al día. Mientras hablamos noto cómo mi pulso se acelera, no sé cómo es posible que tenga este efecto después de tantos años. Resulta que es ingeniero industrial y ahora trabaja en Irlanda. Mientras hablamos llega Miguel a saludarle, siempre le llama Marcos y hoy no iba a ser menos, entonces los dos le corregimos al unísono, nos miramos y nos echamos a reír. Esto hace que me sonroje, no sé qué me pasa… Comienzan los fuegos artificiales y me dan un respiro. Cuando llevo un par de minutos mirando al cielo siento que alguien se me acerca por detrás, es Marco. Me susurra al oído que si quiero hacer inolvidable esta noche, me espera al lado de la...

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR ACEPTAR
Aviso de cookies