Tarde en el parque
Aunque fuera primavera, la tarde era calurosa, así que no se extrañó al ver a Tere con un vestido corto de paño blanco que prohibía la mirada a sus interiores con un tejido interior más opaco. Aunque la conocía desde principios de noviembre y el hecho de acostarse con ella era algo normal, hoy la veía realmente espectacular. Un generoso escote le permitía ver el canalillo de sus bien puestos pechos. Sentía que se iba excitando poco a poco, pareciendo un adolescente hormonado.
Tras un beso y un “cómo ha ido el día”, decidieron ir a la terraza del parque que había cerca. La tarde invitaba a ello. Hablaron de todo y de nada, mientras Jorge bebía una cerveza y Tere tomaba un helado que se le había antojado, aludiendo al tiempo que no lo hacía. Su forma de lamer el helado era pura lascivia. No podía parar de mirar el escote y las hermosas piernas que iban cruzando de un lado a otro, intentando Jorge atisbar lo hacía lo que había entre ellas. Entre los cruces, los lamidos, el escote, el calor y la poca concentración que le quedaba, Jorge se fijó en algo que destacaba sobre el vestido.
– ¿No llevas sujetador?
Mientras Tere se bajaba el vestido hasta enseñar sus pezones erectos por el frío del helado, contestó:
– No
Jorge contestó rápido:
– Me estas poniendo y mucho
Separó sus piernas, se subió el vestido y separó su ropa interior de la piel, enseñándo su sexo:
– ¿Te pongo más así?
La cara que se le quedó provocó una pequeña carcajada en Tere. Era evidente que no era él solo quien estaba enormemente excitado. – Quiero follarte ya – le dijo. Tere se levantó y acercó su cuerpo.
– ¿Jugabas al escondite de pequeño?
– Claro
– Juguemos ahora. Escóndete y te tengo que encontrar. Y cuando te encuentre…cuento hasta cincuenta.
Jorge se levantó de un respingo:
– ¡Corre!
Desde luego no se lo puso muy difícil. No le apetecía. Se escondió en cuclillas entre unos matorrales cercanos, y cuando Tere se acercó, empezó a hacer ruidos con las ramas para que le viese. Tere se acercó y se agachó, poniéndose a su altura. De un empujón le tiró al suelo y le bajó los pantalones, sacando su miembro.
– Enséñamelas otra vez
De la misma manera que antes, Tere se bajó el vestido enseñando sus pechos y comenzó una felación, lamiendo su pene con la lascivia que había lamido antes el helado. La excitación de Jorge era tal que se corrió en muy poco tiempo, haciéndola reír.
– Mientras te recuperas, me toca a mi. Cuenta ahora tu…
No había bajado ni un ápice su excitación, así que los cinco minutos que estuvo buscándola por el parque se hicieron una eternidad. Por la parte de atrás del bar donde habían estado antes, oyó una voz:
– No me encuentras…
Pasó entre unas cajas de refrescos vacías y encontró el cuerpo desnudo de Tere, que frotaba sus manos con todo lo que Jorge había intuido detrás del vestido. Su reacción no se hizo esperar. La empujó violentamente contra la pared y comenzó la penetración sin ningún tipo de previos. Tampoco Tere los necesitaba. Le dio la vuelta y con el cuerpo de ella de espaldas, prosiguió con los movimiento que hacían que cada vez los dos gimiesen más y más alto. La montó sobre su cintura, la tumbó sobre el suelo, ella se puso sobre él…diferentes posiciones gobernadas en todo momento por la lujuria que les había invadido desde que se habían visto. Con cada brusco movimiento iban soltando toda la excitación recluida. Ella comenzó a gemir más y más alto hasta dar un pequeño grito de placer sin contener. Después llegó el de Jorge. Mientras se besaban, Jorge miró hacia arriba de la pared, viendo a un par de ancianos mirar con cara desencajada y un niño chupando un helado con cara de no entender nada. Recogieron todo como pudieron y, riendo, salieron corriendo.
– ¡Joder, Tere! ¿Sabías que habían abierto en el tejado del bar una terraza?
– Claro…
Sintió que sus pantalones volvían a quedarse estrechos. Había que buscar otro lugar para continuar.
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