Paraíso Bereber
No puedo dejar de pensar en él…se, que por su cultura bereber, sigue el curso del desierto, del viento, sin tiempo, no pertenece a nada, ni a nadie pero, no puedo dejar de fantasear en su cuerpo, en su piel, en su olor…su mirada intensa, misteriosa y terrenal, a la vez que me inquieta, me excita, a la vez que me perturba, me atrapa y embriaga.
Su piel…como puedo dejar de pensar en ella, morena con retazos de azul índigo, que le deja delicadamente la propia tela de su turbante. Para su cultura, es el color del mundo. Hombres del desierto, libres, salvajes y amantes incansables que con solo rozar tu piel consiguen despertar los mas íntimos deseos sexuales y sin quererlo, te hipnotizan con su magia eternamente…desprenden el olor de la naturaleza que te enloquece. Aquella tarde, mientras el sol se escondía entre las dunas, me dejé atrapar por sus brazos, sin vacilar, como amante que atrae lo atemporal de la vida, dibujó en mi piel, las mas oscuras fantasías que sin saberlo, estaban esperando, a salir, para vivir sin razón y sin sentido aquel momento. Después de vivir aquello, siento que nada, ni nadie puede alimentar esa sed que surge de mi interior cuando pienso en su cuerpo. Lo intento a solas en mi cama, acompañada por otras mujeres, hombres, a veces con varios a la vez pero, no puedo…algo de mi se quedó en aquel atardecer que poco a poco fue desapareciendo entre las dunas.
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