Te amo
Era una cálida mañana de primavera. El olor del café aún impregnaba el estudio. Cómoda y desnuda bajo un vestido ligero de los de estar en casa, llevaba un rato absorta en el trabajo. La música suave de fondo se quebró con la vibración del teléfono al recibir un mensaje. Hacía tiempo que no sabía de él.
Desde que dejaron de verse sus mensajes siempre pretendían reanudar el contacto, pero el de aquella mañana fue diferente. No sintió el habitual hastío ante sus indirectas, sino una singular y cálida sensación. Le llamó, con una sonrisa en los labios. Charló un rato con él, disfrutando las palabras, saboreando las sensaciones que la conversación hacía surgir en su mente y cuerpo. Mientras hablaban se sentó en el suelo y elevó las rodillas, recogiendo las piernas flexionadas con el brazo libre, exponiendo su sexo desnudo. A pesar de que fue una conversación plagada de tópicos, con una educada despedida, algo la hizo latir.
Desde que dejaron de verse sus mensajes siempre pretendían reanudar el contacto, pero el de aquella mañana fue diferente. No sintió el habitual hastío ante sus indirectas, sino una singular y cálida sensación. Le llamó, con una sonrisa en los labios. Charló un rato con él, disfrutando las palabras, saboreando las sensaciones que la conversación hacía surgir en su mente y cuerpo. Mientras hablaban se sentó en el suelo y elevó las rodillas, recogiendo las piernas flexionadas con el brazo libre, exponiendo su sexo desnudo. A pesar de que fue una conversación plagada de tópicos, con una educada despedida, algo la hizo latir.
Quizá debido a su estabilidad sentimental y al hecho de haber empezado a compartir y bucear conmigo en nuestros universos íntimos, privados y, hasta entonces, cerrados a otros, lo cierto es que los recuerdos de aquella relación pasada estimularon perfiles de su carácter, tórridamente sensibles y sensuales. Únicamente sentía amistad y aprecio por aquel antiguo amante, pero esos sentimientos se rodearon en aquellos instantes del aura de luz precisa. Como en una ensoñación, vislumbró el sendero sedoso que transitan los cuerpos que se desean. Aunque yo no conocía gran cosa de su pasada relación con él, supe que algo discurría en su interior más íntimo. Hablamos de lo surgido con el mensaje y la llamada, de manera natural, como de lo propiamente nuestro.
Sus anhelos más personales, sus secretos inconfesables, su imaginación y fantasías más exclusivas, son también los míos. Y, a pesar de los graciosos velos con los que la feminidad rodea de sutileza la descripción del instante que te coloca en el umbral de la lujuria, la maravillosa compenetración que tenemos puso el resto:
– ¿Crees que lo que ha despertado en ti esa llamada da para una vivencia?
No me contestó inmediatamente, buena señal. Tan solo se acercó y me besó en la boca.
La profundidad de lo que nos une, no permite respuestas rápidas. Lo que vivimos no es epidérmico, no nos mueven las simples experiencias. Lo que realmente vivimos requiere de una previa identificación de los sentimientos que se ponen en juego, una reflexión acerca del gozoso auto- conocimiento que dichas emociones conllevan.
Entre ella y yo, la turbación y la excitación integran un don que nos fue dado al conocernos. Quedar con alguien más, dependiendo de lo que pueda surgir al albur del morbo del momento, anticipa escasas posibilidades de crecer con lo vivido. Así que solo nos impulsan las vivencias. Los encuentros que carecen de meta, pero también de límite, tabú o pudor, donde trabajar con otro ser humano el más íntimo reducto sin más perspectiva que desarrollar las múltiples facetas de la personalidad. En su caso, la feminidad, coquetería y líbido, su capacidad de seducción, sensualidad y erotismo, mientras se reconoce en lo vivido la mujer plena que, lejos de convenciones y estereotipos, no permite que sean el azar o el morbo los que la lleven a un final concreto. Una mujer que, mediante su voluntad apoyada en la suma de todas sus capacidades y superando lo puramente convencional, mecánico e instintivo, crece completa.
Llené su silencio de palabras. Sé que la derrite.
– Saldrás de casa llevando un bolso con la ropa y complementos que quieras ponerte, maquillaje, condones, juguetes y lubricante. Te registrarás en el hotel que habré reservado previamente. Dedicarás la tarde a tu arreglo y cuidado personal, peluquería y baño relajante. Tras vestirte y maquillarte, te encontrarás con él para cenar. Hablaremos de cómo era vuestra relación y acordaremos qué prácticas quieres introducir o repetir, ya con él en la habitación. No habrá expectativa alguna de volver a quedar y regresarás antes de que salga el sol. Si crees que da para una vivencia, hagámoslo.
Me volvió a besar. Un beso húmedo y largo. Al retirarse de los míos, sus labios musitaron:
– Te amo.
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