ÉXTASIS EN EL ACANTILADO
Soñaba una realidad que nunca llegaba a cumplirse, que siempre quería comprobarla, sentirla y gozarla al compás de un idílico paisaje siempre en buena compañía. Abrí mis ojos y con mirada al frente sólo podía ver Mar. Una preciosa cala al atardecer con una arena blanquecina que resbalaba sobre mis manos y una chica a lo lejos, sentada en las rocas del acantilado.
No había nadie más. No sé por qué, tenía la sensación de estar en un sueño, pero, ¿por qué iba a estarlo? Quise comprobar que era verdad y rápidamente fui hacia ella. Estaba sentada en la roca y conforme me iba acercando me sentía observado por ella, por una silueta muy moldeada, unos ojos muy grandes y expresivos de color claro con un bikini de color azul claro verdoso que dejaba entrever unos pechos muy sinuosos y llamativos.
No había nadie más. No sé por qué, tenía la sensación de estar en un sueño, pero, ¿por qué iba a estarlo? Quise comprobar que era verdad y rápidamente fui hacia ella. Estaba sentada en la roca y conforme me iba acercando me sentía observado por ella, por una silueta muy moldeada, unos ojos muy grandes y expresivos de color claro con un bikini de color azul claro verdoso que dejaba entrever unos pechos muy sinuosos y llamativos.
En cualquier otra circunstancia hubiera entablado una conversación pero quise probar la aventura del sueño, dejarme llevar y arriesgarme. Me acerqué y la miré. Era preciosa, una mirada penetrante, unos ojos que deslumbraban, lo cuál me hizo escoger entre ser el hombre mas tonto o el mas afortunado del mundo. Escogí el segundo camino y segundos después estábamos besándonos de una forma desaforada sentados en una roca del acantilado mientras notábamos como el agua caliente del mar llegaba a nuestras rodillas por la violencia del oleaje. Apartaba con una mano su largo peinado propio de una sirena para tocarle su preciosa cara e inclinarla lentamente para a la vez besarla con gran intensidad y desmarcarme de ella y ver juntos sentados este precioso paisaje propio del anochecer, girar el cuello y ver el sol empezando a ponerse la sábana y que nos dijera hasta mañana para poder dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Acto seguido su bikini y mi bañador cayeron por inercia al agua tras haber rozado nuestros cuerpos mojados por la excitación del momento. Me senté levemente sobre el canto de una roca apoyando mis pies en la arena y ella se puso de rodillas sobre la arena de tal forma que el agua cubría sus preciosos senos y su lengua y boca estaban sintiendo una gran excitación al notar un cuerpo alargado cálido y duro dentro de su boca. Sentía como lo hacía con gran pasión y excitación alternando movimientos con sus manos y boca dejándome llevar a lo más profundo del placer humano. Tan sólo resistía hacer este movimiento cuando llegaba alguna ola que ponía fin a su destino en las rocas donde estábamos, mojando toda su preciosa cabellera castaña.
Le cogí de la mano como una princesa y la llevé a una roca mas cómoda, en cuanto me estaba sentando me empujó para que me dejara caer sobre la roca. Me tumbé y ella cogió el gran tesoro que tanto lo estaba admirando hace escasos minutos y en ese momento la sostuvo con su mano y con sus rodillas inclinadas sobre ambas partes de la zona lateral de la roca comenzó a llevarme al paraíso. Lo sentía muy cálido y profundo, era un estado máximo de excitación. No paraba de moverse acompasando a buen ritmo su movimiento, no sabía como podía ser tan perfecta y estar a su vez tan cerca del borde del precipicio y caernos al agua profunda. Mis manos dieron un cálido toque a sus senos que tanto me habían gustado por lo que de repente la escuché gemir y hablar por primera vez. Estaba teniendo un orgasmo maravilloso que lo pude averiguar por la intensidad de sus gemidos y por la contracción de sus músculos vaginales que hicieron darme el último impulso para tener ahora mi momento, por lo que rápidamente la sacó de su zona, se puso de rodillas, me puse de pie sobre la roca, y eyaculé ferozmente sobre su rostro manteniendo todavía ese placer latente propio de un orgasmo maravilloso. Se levantó de una forma sensual, me dio un beso en la mejilla, se subió a la roca más alta del acantilado y se lanzó al mar. Cuando llegué a la roca ya no la pude ver, se escapó mi sirena. Me quedé con el recuerdo de su bikini en pos de una orilla calmada.
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