Habitación en Roma

La palabra normalizar, tan de moda en estos tiempos, me dio el «empujón» que necesitaba para acercarme a ver la última película de Julio Medem. Después de años viendo estereotipados modelos homosexuales ¿por fin nos encontraríamos con algo más? , ¿con una historia entre personas?. No, me temo que no. La película empieza y termina con clichés. La presentación, dos mujeres, una de ellas Alba (Elena Anaya) lesbiana y, por ello, dotada del atuendo «habitual»: vaqueros y camisa de cuadros acompañados por un corte de pelo completamente masculino. La otra mujer, Natasha (Natasha Yarovenko, si, no le dió muchas vueltas a lo del nombre) una mujer heterosexual completamente «femenina», con pelo largo, vestidito, tacones, etc. Hasta tal punto lo remarca que incluso vistiéndolas de la misma forma podemos ver como el cinturón del albornoz de una ciñe la cintura mientras que el otro cae recto en un corte mucho más masculino. No sólo el vestuario es lo que lo marca sino la actitud, ya que durante toda la película se las ve como hablan y se manifiestan desde el patrón rol masculino-rol femenino y ya son ganas de alimentar la idea de que, en una pareja homosexual, uno de los dos tenga que optar por un rol u otro. No dejemos que la idea de la «pareja tradicional» con la que hemos crecido nos haga ver todo desde el punto de vista completamente heterosexual. Nos encontramos con perlitas como «te voy a sacar el mayor de los orgasmos»…que manía con dejar la satisfacción de uno en manos del otro y, además, ¿de donde los saca? ¿tenemos una cajita por...

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