Relato erótico de Pigirl

Get back Había sido un día agotador y deseaba meterme en la cama. Últimamente había mucha tensión acumulada entre mi chico y yo desde nuestra pequeña discusión. Lo miré por el espejo mientras me lavaba los dientes y pude ver su cara de frustración. No me gustaba verle de esa forma, así que apoyé los codos en el lavabo, dejando mi culito en pompa. Comprobé que ahora sus ojos miraban mis braguitas y moví las caderas en círculos, llamándolo. Se acercó a mí y levantándome la camiseta, comenzó a besarme la espalda, lentamente, subiendo por mi columna vertebral, erizando toda mi piel. “Te extraño”, me susurró al oído y eso terminó de encender mi sangre. Se perdió en mi nuca mientras sus manos abrazaban mi pelo, lo masajeaban y me estrechaba contra él. Me giré y lo besé con desenfreno, yo también lo extrañaba. Parecía que los minutos no pasaban mientras nos desnudábamos y acariciábamos; éramos un enredo de cuerpos. Abrió el cajón y sacó un bote con pintura comestible, mojó el pincel y dibujó un círculo alrededor de mis pezones. El tacto de la pintura en mi cuerpo era una sensación exquisita; su lengua siguió el mismo camino y todo mi cuerpo se sacudía. El olor de la pintura era embriagador y abría nuestros sentidos a un horizonte de placer. Seguía haciendo dibujos por todo mi cuerpo y después, los lamía con delicadeza, lentamente, consiguiendo que me excitara aún más. Me tomó en sus brazos y danzaba conmigo encima; su duro miembro se resbalaba por entre mis labios y yo deseaba que continuara hasta más adentro, pero me...

Relato erótico de Mel Caran

Amor de ida y vuelta   Estar con él, es algo que no puedo explicar, porque ni yo misma lo entiendo. Nuestros encuentros sexuales son increíbles, inmejorables diría yo, pero nada comparado con el sentimiento mutuo que cada día nace entre nosotros. No es amor. El amor, al final lo estropea todo. Lo nuestro es algo más que eso, lo nuestro es más sincero, porque no pedimos explicaciones, no hacemos preguntas, damos lo que queremos sin esperar nada a cambio, y nos queremos, claro que nos queremos, más incluso que algunos amantes muy enamorados, pero lo hacemos a nuestra manera. Mientras sus labios devoran los míos, mis manos desabrochan su corbata. Mis dedos vuelan sobre los botones de su camisa y la visión que ya me ofrece su torso desnudo empieza a hacer que se me acelere el corazón. Su sonrisa me dice que sabe lo que estoy pensando. Le gusta pavonearse frente a mí, mostrándome su escultural cuerpo y aumentando mi excitación con sus sensuales caricias sobre mi cuerpo semidesnudo. Su corbata cuelga desanudada de su cuello. Agarro los dos extremos y con fuerza lo acerco de nuevo a mi boca besándolo apasionadamente y le quito la camisa y los pantalones. Sus expertos dedos desabrochan el cierre de mi sujetador y mis pechos sienten el contacto de la piel de su torso. Seguimos unidos por nuestras bocas y por el roce de nuestros cuerpos, su mano acaricia dulcemente mi sexo por encima de mis bragas, pero yo no puedo contenerme tanto e introduzco mi mano dentro de sus boxers. De repente cesan sus caricias, se revuelve sobre mí...

Relato erótico de Queen Desert

Un mes de espera Llevábamos un mes sin vernos y la tensión sexual era insostenible. El día anterior la escribí: “Nuestro primer polvo después de tanto tiempo tiene que ser muy lento. Quiero que nos besemos como adolescentes, como si fuera la primera vez; quiero que tardemos horas en desnudarnos, aprendernos nuestros cuerpos a través de la ropa, meternos mano como si no supiéramos lo que hay debajo, como si nos diera miedo hacerlo; quiero saborear cada centímetro de tu piel, quiero que estés tan húmeda por mi culpa que empapes tu ropa, tus piernas, mis dedos, mi boca. Quiero beberte. Quiero oírte gemir y gritar como nunca lo has hecho. Quiero estar tan excitado que me duela, tan duro que cuando me agarres no me quieras soltar. Quiero jugar hasta no aguantar más, y seguir un poco más. Quiero llevarte al límite y parar, y volver hacerlo mil veces, hasta que me supliques que te folle, que te llene de mí, que escapemos a un mundo donde sólo existamos tú, yo y nuestro deseo. Todo eso lo quiero mañana.” Al llegar a casa nos fundimos en un abrazo y nos besamos durante una eternidad. Nuestros labios y lenguas se confundían, y nuestras manos luchaban por deshacerse de la ropa y sentir el tacto de nuestra carne. Mis dedos se deslizaron bajo su vestido, siguiendo el recorrido de las medias, hasta toparse con el borde de sus bragas, y continuaron bajo ellas, despacio, disfrutando del descubrimiento del territorio prohibido. Ella tomó mi gesto como una invitación, me desabrochó los vaqueros y metió una de sus manos en mi bragueta....

Relato erótico de Love 2.0

  Juegos virtuales   Ya estoy en casa Bien, me alegro. ¿Ya te has quitado la ropa? No, te estoy esperando. Vale, dame cinco minutos y te desnudo yo. Vale, pero desnúdame, no te dejes nada. Como quieras. ¿No pasarás frío? Sí, pero no me pondré el pijama hasta que no haya acabado contigo. Vale, soy todo tuyo. Te cojo del sofá, te llevo a tu habitación y cerramos la puerta. Vale, un momento. Ahora ya soy toda tuya. Estoy detrás de ti y te quito el botón del pantalón mientras te beso el cuello. Y tú piensas, oh my. Me ha salido más tipo suspiro. Te bajo los pantalones un poco e investigo qué escondían debajo. Te sera difícil porque me he tumbado en la cama boca abajo. Pero con el botón abierto, claro. Bueno vale, te bajo los pantalones empezando por la cintura. Al bajarlos te quito también las bragas, me has dicho que no te deje prendas y yo soy muy obediente. Ok, bragas fuera. Vale, sin bragas. Y ahora te quito la camiseta negra y el sujetador, negro también. Rojo. Rojo oscuro. Sí. Con la luz roja no se distingue bien. Te quito también los calcetines, que son muy poco sexies. Hace rato que no llevo calcetines. ¿Me puedo meter en la cama? Tengo frío. Vaaale. ¿Sigues boca abajo? Sí. Pero debajo del edredón ahora. Pues me temo que te vas a llevar unos azotes, ese culo es un provocador, aunque esté bajo el edredón. Me gustan los azotes. Y mientras te pego tú te llevas una mano entre las piernas y te tocas. Y estás mojada....

Relato erótico de Perspicaz

La joven del paraguas rojo    Beatriz y Toño comparten apartamento. Les habían desalojado de los suyos y el bueno de Manolo, el del bar de siempre, les alquiló uno encima del establecimiento a buen precio, con una obligación: Que le cuiden sus plantas. No tienen pareja por lo que, después de unos días cada uno en una habitación han decidido ocupar la misma. Se gustan físicamente y no tienen prejuicio alguno. Cuando quieren si y cuando no, pues no. Sin problemas. Duermen desnudos, salvo los días femeninos de Beatriz. Menos ropa que lavar. Toño trabaja como informático desde casa. Salvo que vaya a visitar a algún cliente, sólo sale de ella al bar de Manolo a comer. Beatriz lleva un horario muy loco. Unos días se levanta tarde, otros no. Unos, vuelve temprano, otros no y algunos ni viene. Si coinciden a cenar, acostumbran a tomar bocadillos. Luego ella ve la televisión y él con su Internet. A ella le van los “Reality”. A él las “WebCam” de ciudades del mundo para hacerse la ilusión de que las visita. Ello no les impide intercambiar opiniones de modo cordial. Firmaron el pacto de no hacerse preguntas para no obtener respuestas. Los fines de semana cada uno va a “su bola”, que a veces es la misma… Si coinciden a la hora de acostarse, las más de las veces acostumbran a prodigarse toda clase de juegos eróticos hasta que el cuerpo aguanta. Les gusta jugar y fantasear con aparatitos. Si ella vuelve tarde y él está dormido, o se lo hace, se ducha y, una vez aseada se introduce en...

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