por MartaGPeris | Abr 18, 2018 | educación sexual
Todas lo hemos hecho. Tenías la menstruación en el colegio y entrabas en modo ninja. Aprovechabas las sombras para recorrer el pasillo lo más rápido posible, entrabas en clase tras comprobar que tus compis seguían en el recreo y ahí no había nadie. Te acercabas a tu mochila y buscabas un tampón que ponerte mientras mantenías alerta tu ‘sentido arácnido’ por si a alguien se le ocurría entrar y te preguntaba eso tan cruel y temido… ‘¿qué haces?‘. Hay personas sin compasión. Rebuscabas: 2 bolis -uno sin tapa y otro con ella pero bien mordida-, un folio arrugado, la notita que te pasó no sé quién, el envoltorio de un chicle, gomas de pelo que probablemente no eran tuyas -las tuyas estarían en otras mochilas y lo sabes-, un clip, la goma de borrar, un sacapuntas roto y… ¿qué es lo que hay más al fondo? ¡ah! ¡si! el PÁNICO. Pánico al ver que no has traído ni tampón, ni compresa ni apaño en su ausencia –todas hemos ido por la vida en un momento dado con un pañuelo desechable, papel higiénico o una servilleta aunque no solamos hablar de ello. #truestory Inmediatamente huyes de ahí como si no hubiera un mañana buscando a tus amigas mientras te imaginas como Carrie en su fiesta de fin de curso. Haces contacto visual. Se alarman. Te acercas al oído de la que tienes más cerca y casi sin movimiento, cual ventrílocua, le preguntas si tiene un tampón o compresa. La respuesta es no. Pasas a la siguiente y empiezas de nuevo la misma operación. Mientras, alguna persona te ha preguntado algo...