por MartaGPeris | Abr 28, 2013 | relatos eróticos
Escondida Sobre la mesa tus llaves. Acabas de llegar y me buscas… no me encuentras… buscas… estoy escondida. Noto tu presencia, tu olor, tu nerviosismo… tu excitación por encontrarme. Desespero, necesito tocarte, pero espero, pacientemente a que tus ojos se encuentren con los míos. Buscas en todos los rincones, nuestros rincones… paras en seco en nuestra bañera que hice instalar para realizar mis fantasías, pero no estoy. Oigo tu respiración cada vez más agitada, cerca, muy cerca. Me has encontrado, pero haces que esos minutos se hagan interminables. Mi corazón se acelera, mis pulsaciones suben, comienzo a sudar levemente de la emoción contenida, mi sexo está húmedo…esperando. No quiero gritar tu nombre, me contengo… Salgo de forma ruidosa de mi escondite, y te encuentro delante de mí, con la corbata medio deshecha, el primer botón de la camisa desabrochado, lo que hace que pueda admirar tu vello brillante y tu cuello bronceado, siento un deseo enorme de saborearlo… Me encuentro ante tí, temblorosa, como si fuese la primera vez. Vestida con una simple camiseta blanca de tirantes, que hacen entrever mis pezones endurecidos y el pelo recogido en un moño del cual se escapan mechones sobre mi frente, los aparto para poder mirarte atentamente…vuelven a caer. En tus labios una sonrisa burlona, tus ojos me desnudan, tu lengua jugando en tu boca. Me coges las manos y las acercas a tí de forma precipitada, me acercas a tí, tus dedos se deslizan sobre mis labios, entran en mi boca y se mezclan con mi saliva, los chupo, los devoro con ansias. Noto como todo mi cuerpo está en...
por MartaGPeris | Abr 28, 2013 | relatos eróticos
Juegos Húmedos Sacó, de la mochila, el libro que empezó a leer hace una semana. Lo abrió por la página cincuenta, justo donde comenzaba a ponerse interesante. A medida que iba leyendo, notó como un sofocante calor inundaba su cuerpo, su sexo empezó a humedecerse y, sin darse cuenta, comenzó a revolverse en la silla, para que su ajustado pantalón acariciase sus mojados labios. Siempre había soñado con poder disfrutar de una situación tan morbosa como las que leía en sus libros. No sabía que, aquella tarde, su fantasía se iba a hacer realidad. Mientras disfrutaba de su momento de soledad, le interrumpió su compañera y amiga, que conocía desde que llegó allí y con la que tan bien había conectado. Era una chica dulce de melena larga y morena. A Eva le parecía que era una de esas bolleras de las que ya no quedaban. Desde que llegó a Valladolid, se había interesado por Rocío, le invitaba a fiestas y hacía lo posible por complacerla. Rocío iba a comunicarle las tareas que el jefe les había ordenado, pero se quedó observándola por detrás del cristal de la enorme puerta y vio como Eva acariciaba su clitorix en suaves círculos y delicados movimientos. Rocío se sorprendió, a si misma, mirando a su compañera con deseo, no podía dejar de deleitarse con aquel maravilloso cuerpo que tanto ansiaba poseer. Cuando Eva se percató de su presencia, un satisfactorio placer empezó a inundar su ya sudoroso cuerpo. Se levanto, se dirigió hacia ella y, sin mediar palabra, comenzó a desnudarla. Rocío notó como su sexo palpitaba y no pudo evitar...
por MartaGPeris | Abr 28, 2013 | relatos eróticos
¡¡Ven!! ¡¡¡Juguemos!!! Juguemos… Amante, Amor, Amigo… ¡Porque jugando desafiaremos al destino! No sé en qué momento de éste domingo empecé a sentirme tan… vulnerable! Te echo de menos, ansío tenerte cerca, dentro de mí, incendiado de mí… Sucedió hace tanto… Y cada día que pasa sin sentir tu tacto es un infierno, un desierto inacabable, un morir sin morir al caer la tarde. Nos conocimos en el parque. El verano estaba siendo muy caluroso, se hizo costumbre bajar a sentarme en el columpio un rato antes de dormir, me resultaba muy relajante… Tú paseabas a tu perro. Durante días nos observamos, al principio con disimulo, pero según iban sucediéndose éstos, con más curiosidad e intriga. Más tarde me confesaste que te sentiste fascinado por mi forma de columpiarme y no podías dejar de imaginar que hacíamos el amor allí mismo, a horcajadas el uno sobre el otro. A mí me resultaba extraño, ¿qué pensarías? Me mirabas sí, pero nunca saludabas, llegabas siempre un minuto o dos después que yo y te sentabas en aquél banco frente a mí a observarme sin más. Me resultaste muy atractivo desde el primer momento y a veces tenía fantasías contigo. Un viernes no apareciste y el pánico se apoderó de mí, comprendí entonces cuán necesario te me estabas volviendo. Cuando regresé al coche una tarjeta en el limpia parabrisas, con un número de teléfono y una frase me devolvieron la ilusión. La tarjeta decía: ¡Me gusta el juego! ¡Llámame! Inmediatamente lo hice, impaciente por saber cómo sería tu voz. – Holaaa… – Deseo jugar contigo, Pareces valiente, aguantaste mi mirada durante estas dos...
por MartaGPeris | Abr 28, 2013 | relatos eróticos
La Navaja Su pareja la miraba fijamente mientras pasaba una y otra vez la navaja de barbero por el suavizador de piel, disfrutando de la expectación que despertaba. No se sentía intimidada por permanecer desnuda o atada en su presencia, lo que la perturbaba era el espejo que la reflejaba. No podía apartar la mirada del suave y negro visón que se abría mostrando las rosadas líneas y rojizas sombras de su sexo ya húmedo, a pesar de que ni siquiera la había tocado. Cintas de raso atadas a sus tobillos y muñecas, subían cruzándose por sus extremidades, sujetándola eficazmente a las patas y brazos de la butaca donde reposaba apoyada en varios almohadones. No se reconoció al mirarse a la cara. Párpados entornados, pupilas dilatadas, los labios hinchados, congelados en un gemido no pronunciado. Su amante se acercó, se acuclilló delante de ella capturando su mirada con sus familiares pozos oscuros, deslizando una mano desde su rodilla por el interior del muslo hasta su pubis, mientras con la otra giraba la navaja rápida y hábilmente. -¿Confías en mi? La pregunta la pilló desprevenida, perdida en la sensualidad del momento, tardó unos segundos en entender lo que le preguntaba. Habían practicado juegos duros y sucios anteriormente, pero nunca habían implicado una navaja. -Si, hasta ahora no me has dado motivos para temerte. Sonrío perversamente, como si estuviera guardándose un truco y desconectó la mirada. Vertió el aceite en un hilillo sobre su sexo, mientras con la otra mano iba distribuyéndolo por toda la superficie. Había dejado la navaja abierta sobre una toalla en el suelo. Allí parecía más...
por MartaGPeris | Abr 28, 2013 | relatos eróticos
Te amo Era una cálida mañana de primavera. El olor del café aún impregnaba el estudio. Cómoda y desnuda bajo un vestido ligero de los de estar en casa, llevaba un rato absorta en el trabajo. La música suave de fondo se quebró con la vibración del teléfono al recibir un mensaje. Hacía tiempo que no sabía de él. Desde que dejaron de verse sus mensajes siempre pretendían reanudar el contacto, pero el de aquella mañana fue diferente. No sintió el habitual hastío ante sus indirectas, sino una singular y cálida sensación. Le llamó, con una sonrisa en los labios. Charló un rato con él, disfrutando las palabras, saboreando las sensaciones que la conversación hacía surgir en su mente y cuerpo. Mientras hablaban se sentó en el suelo y elevó las rodillas, recogiendo las piernas flexionadas con el brazo libre, exponiendo su sexo desnudo. A pesar de que fue una conversación plagada de tópicos, con una educada despedida, algo la hizo latir. Quizá debido a su estabilidad sentimental y al hecho de haber empezado a compartir y bucear conmigo en nuestros universos íntimos, privados y, hasta entonces, cerrados a otros, lo cierto es que los recuerdos de aquella relación pasada estimularon perfiles de su carácter, tórridamente sensibles y sensuales. Únicamente sentía amistad y aprecio por aquel antiguo amante, pero esos sentimientos se rodearon en aquellos instantes del aura de luz precisa. Como en una ensoñación, vislumbró el sendero sedoso que transitan los cuerpos que se desean. Aunque yo no conocía gran cosa de su pasada relación con él, supe que algo discurría en su interior más íntimo. Hablamos...