Aún recuerdo cuando mi profesor de psicoanálisis en la carrera nos decía que el vínculo terapéutico termina cuando una de las dos personas muere.
Escuchar eso entre tanta psicología cognitivo conductual que te decía que mantuvieses tus barreras emocionales, entre otras cosas, se hacía raro e incluso exagerado.
Pero luego lo vives tú. Y empiezas a trabajar y te das cuenta del lazo que se crea, de las emociones que aparecen, todas diferentes.
Sabes y, más importante, SIENTES que eso es real.
Sé que puedo despedirme de una persona a quien he acompañado por un tiempo largo y que ese vínculo seguirá vivo.
Que podemos volver a vernos, en un breve espacio de tiempo o en años y eso permanece. Que podemos incluso no vernos más y ahí seguirá.
Porque algo que ha crecido en el tiempo de una semilla de confianza, respeto mutuo y empatía se vive como indestructible mientras eso se mantenga.
Así que sí, igual en esto, sí que es más real que nunca el «hasta que la muerte nos separe».
En los últimos meses he tenido que despedirme de dos personas que en estos momentos necesitan a otra profesional a su lado. Porque el camino que tenían que recorrer ahora lo iban a hacer mejor de la mano de esa persona que conmigo. Porque hay que reconocer hasta donde se llega y hasta donde no y no conozco a NADIE que pueda acompañar en todo. Porque, al menos yo, no soy una diosa.
Y eso creo que es muy importante. Saber, entender y aceptar cómo, cuándo y cuanto podemos ayudar.
Con humildad y centrándonos en lo más importante: el bienestar de esa persona.
Es importante hacer esa transición con respeto y cariño, sin soltarle la mano hasta que tiene tendida la otra. Eso es lo que hace que sea complicado y a la vez precioso.
Son momentos difíciles, duros, bonitos y emotivos, como lo son las despedidas que son necesarias.
Pero el vínculo sigue y seguirá para siempre ♥️
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