Para pensar…

Imagen: fuente Siempre he sido muy de metáforas, la verdad, todos los que me conozcan (tanto en ámbito personal como profesional) saben que soy muy dada a ellas. Me son útiles, fáciles de ver y, sobre todo, fáciles de hacer ver a los demás. Por eso también me gustan los cuentos que hacen pensar, las típicas enseñanzas que se leen con dos de pipas pero que te hacen que te plantees las cosas. Por eso os traigo hoy dos historias que siempre me han gustado mucho, ambas sobre la actitud que tomamos ante la vida y como enfocamos los problemas. Espero que os gusten! 🙂 El padre y la hija: «Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía como hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir palabra.  La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.  Mirando a su hija le dijo: «Querida, ¿Qué ves?»; «Zanahorias, huevos y café» fue su respuesta. La hizo...
Tras una infidelidad

Tras una infidelidad

Para cada pareja el término «infidelidad» implica una cosa diferente. Para unas es el mero hecho de hablar con un persona todos los días, para otras sería un beso, para otras unos cuantos, para otras un coito, para otras relaciones emocionales,… Lo que si está claro es que todas tienen un denominador común: la traición. La traición es un sentimiento bastante desgarrador porque no sólo duele sino que hace que tu realidad se tambalee… «¿qué ha pasado?» «¿por qué?» «¿cómo ha podido pasar?» y la más angustiosa «¿quién es esta persona?». Esto es así, podemos llevar días o años con esta pareja, hacer vida juntos o separados pero una situación así siempre va a hacer que veamos al otro como un ser extraño venido de otro planeta y, lo peor, no habla nuestro idioma. Si nuestra pareja nos ha sido infiel y va a seguir su vida por otro camino no podemos hacer nada, no hay elección, no está en nuestra mano. No nos queda otra que asumirlo, recuperarnos y tirar hacia delante. Sin embargo, si lo que quiere es muestro perdón y hacer un «borrón y cuenta nueva», ahí es cuando entramos nosotrxs a decidir. Y esto es muy complicado. Si recuperar la confianza tras una traición puede resultar muy difícil, más difícil aún es lo que viene antes: «¿quiero?» y, sobre todo, «¿qué es lo mejor para mi?» Aquí tenemos 2 situaciones: la persona que se guía por el impulso y la que necesita un tiempo. La impulsividad a veces no es buena consejera pero muchas veces es acertada, además, no todas las personas tienen madera para...

El doble check

Voy en el tren y veo como dos chicas se sientan delante de mi. Hablan entre ellas sin quitar la mirada de las pantallas de sus móviles y una le cuenta a la otra que ha dejado de hablar con X porque no le contestó al whatsapp… «lo leyó, vi que estuvo conectada hasta una hora después y aún así no me respondió»  a lo que la otra asiente con toda normalidad mientras los pelillos de mi cuerpo se me erizan de miedo, ¿en serio hemos llegado a esto? Ya no voy a entrar en el fabuloso mundo del «perdona, he venido a tomar un café contigo, no a ver como miras tu móvil» que todos hemos vivido ya que hay personas a las que parece que su móvil les ha poseído y no pueden ni tomarse una caña ni ir al baño sin avisarlo antes, durante y después en las redes sociales. No, no, no… no voy a entrar en eso. Ya sabéis el tema de moda los últimos meses, el famoso «doble check» del whatsapp (algo que también podéis encontrar en otras aplicaciones como el Messenger de Facebook o Telegram) que indica que la persona no sólo ha recibido tu mensaje sino que lo ha leído. Hasta ahí todo bien, ¿verdad? Es útil, yo te mando un mensaje y me confirman que lo has recibido y leído que es mi propósito, no le veo el problema… ¿o si? Y es que ese poder «Orwelliano», el saber si alguien está conectado o no, la ultima vez que lo hizo, si ha leído tu mensaje o no, si pasa de contestarte, puede acarrear muchos problemas en todos los entornos ya que es un arma de...
¿Qué te pasa? Nada…

¿Qué te pasa? Nada…

¿Cuántas veces le habéis preguntado a vuestra pareja “¿qué te pasa”? ¿y cuantas cuantísimas de esas veces la respuesta ha sido “nada”? pero un “nada” que de nada tiene nada, un nada cargado de “tú deberías saberlo”… y la pregunta es ¿deberías? La respuesta está clara: no. Existen muchas distorsiones cognitivas y todos hemos cometido alguna o muchas. Unas de las que más surgen en terapia son: Adivinación del pensamiento: predecimos o profetizamos el resultado de un evento antes de que ocurra. Por ejemplo: “Un día conocerá a otra persona y me dejará”  Lectura del pensamiento: presuponer o adivinar las intenciones, actitudes o pensamientos de otros, como si fuésemos auténticos telépatas. Por ejemplo: “Ya no le gusto, no se divierte conmigo” Como veis las dos son bastante similares y, lo único que hacen, es presuponer que todos tenemos un sexto sentido por el que inferimos las cosas. ¿A qué nos lleva esto? a 2 cosas: 1. Cuando somos nosotros los que adivinamos: Ponemos en la actitud de nuestra pareja los pensamientos que nosotros queremos. Por ejemplo, vemos a nuestra pareja en el sofá leyendo y le preguntamos “¿salimos a dar una vuelta?” y su respuesta es “la verdad es que ahora no me apetece”. Hasta aquí bien, ¿verdad? pero se puede dar el caso en el que la persona que ha hecho la sugerencia se plantee pensamientos tipo “está enfadado y por eso no quiere”, “he debido hacer algo que le ha molestado”, “está apático”, “ya no es feliz conmigo” etc. Acabamos de ver como de una única respuesta nos hemos lanzado a añadirle una serie de cargas emocionales que, no sólo no sabemos si tiene,...

NO!

Uno de los derechos asertivos que tenemos todas las personas es a decir no sin sentirnos culpables por ello. Parece que estamos educados en la era de la imagen, de la apariencia, de la falsa-buena-educación y, de ahí, que no seamos capaces, a veces, de decir que no en determinados momentos. En todo esto influye el que los padres consientan, el que cedan, el que no preparen a sus hijos para cuando obtengan un no por respuesta y que aprendan a frustrarse ,que eso también se enseña. Pero muchos de ellos sienten culpabilidad por verles poco (por motivos de trabajo, etc.) y piensan que deben agasajarlos y mimarlos, sin darse cuenta que no por castigar a un niño te va a querer menos sino que, al contrario, te va a respetar más, te va a tomar más en serio y vas a ayudar a que se forme un adulto coherente y humilde, no uno egoísta y caprichoso. Tenemos que reforzar nuestra autoestima, dejar atrás las inseguridades y la necesidad de valoración por parte de los demás, saber que no por decir no somos «peores» en algún aspecto, dar prioridad adecuadamente a nuestras necesidades, opiniones y deseos. Todos somos humanos y sabemos que hay veces que algo apetece y, a lo mejor, en otro momento, esa misma cosa no nos apetece. Sin embargo, nos encontramos con parejas que se dejan llevar por el otro, que dan la razón «por no discutir» o con excusas tan débiles como «no, si es que en el fondo a mi me daba igual». Mentira. Seamos honestos con nosotros mismos y con los demás, echemos...

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