por MartaGPeris | Feb 9, 2011 | escritos
Acabo de presenciar una de las escenas más dantescas que he visto en mi vida. Localización: Metro de Madrid. Andén. Muchísima gente en él ya que el tren que acaba de llegar «no admite viajeros». Entre toda esa gente una chica joven, de unos veinte y pico años con los ojos rojos y llorosos. Creo que era casi inevitable no verla porque su cara no podría reflejar más tristeza, supongo fruto de una ruptura sentimental o la muerte de alguien cercano, pero vamos esto es deducción mía. Como siempre, todo el mundo mira su ombligo, nadie hace nada, algunos por no saber que hacer ante esas situaciones, otros porque no reaccionarían ni si tuviesen un dragón echando fuego quemando sus cejitas y otros simplemente por respeto, por no invadir ese espacio tan personal. Pero entre la muchedumbre una mujer se abre camino, se acerca a ella, la pone una mano encima del hombro, a lo que la chica no sólo no responde con un respingo sino que le devuelve una mirada casi de alivio. La mujer la mira y, con un tono de voz notablemente alto, le dice «¡¡pero niña!! ¡deja de llorar! ¡que esto es un lugar público y nadie tiene porque aguantar tus lágrimas! las mierdas las dejas en casa y dejas de joder el día a la gente que te vea o ¿que pretendes? ¿dar pena?». Os juro que, a pesar de que en ese momento llegaba el siguiente metro, no he tenido que bajar ni un poquito la música para escuchar esto y que me han temblado las piernas. La reacción de la chica ha...