¿El tamaño importa?

Tema peliagudo a tratar ya que muchos hombres se sienten intimidados por su respuesta pero, en realidad, ¿el tamaño importa?. Gracias a vuestros votos, en la encuesta realizada a lo largo de esta última semana, podemos ver como un 31% considera que SI importa, contra un 47% que dice que el tamaño NO tiene importancia. El 21% restante ha querido ser más cauteloso y asume que no lo sabe o que prefiere no contestar. Lo que me gustaría saber a mi, es que cantidad de votos han sido emitidos por mujeres y cuales por hombres. El tamaño SI importa, siempre y cuando estemos haciendo referencia a una relación sexual coital o anal, está claro. En las relaciones sexuales en las que no intervenga, evidentemente, no tiene ningún tipo de importancia, salvo la que ya cada uno quiera darle. Parece que la virilidad del hombre se ha medido siempre en función del tamaño de su miembro, cosa absurda, al igual que una mujer no va a ser más mujer por tener los pechos más abultados o el clítoris de mayor tamaño. Dejemos a un lado la demagogia, el querer ser políticamente correctos, basta ya de repetir que lo único importante es «cómo se mueva» (sin quitarle la importancia a todo esto)…el tamaño del pene, sea muy grande o muy pequeño, va a afectar tanto para bien como para mal. En una relación sexual coital: Dejando a un lado el clítoris, la mayor concentración de terminaciones nerviosas en una mujer, estarían concentradas en la entrada de la vagina. Por este motivo, el que el pene sea largo o corto no tiene...

Existe vida más allá del coito

Por mucho que sepamos que una relación sexual implica algo más que un coito e, incluso, puede darse sin la existencia de éste, es muy común que la gente entienda que «mantener relaciones sexuales» se limita a eso, porque vivimos en una sociedad muy coitocéntrica en la que parece que esa es la única medida válida y que ser virgen o no -según su idea de virginidad- es un estigma que hay que arrastrar a las espaldas. Estamos acostumbrados a escuchar a la gente hablar de juegos preliminares. Ahí lo tenéis, preliminar, el preámbulo a algo, como si esos juegos fuesen el telonero del grupo al que hemos ido a escuchar. Eso lo único que hace es centrar la relación en el coito, poner toda la presión en él. Podemos besarnos de manera apasionada, tocarnos, acariciarnos, excitarnos, practicar sexo oral pero parece que todo ello sólo es la mecha para que se dispare el gran cohete: el coito. Tendríamos que considerar una relación coital por lo que realmente es, una práctica sexual más, no un fin, quitarle la importancia que se le ha dado y entender que muchas veces otras prácticas son incluso más íntimas que esa. Al poner al coito en un pedestal lo único que estamos haciendo es relativizar la importancia del resto y, sin embargo, nos encontramos con millones de problemas por culpa precisamente de ello. En el caso de las mujeres, tras millones de encuestas repetidas hasta la saciedad, hemos visto como muchas de ellas afirman que prefieren los juegos que tienen antes, que el coito en sí. Al mismo tiempo, por consulta aparecen muchísimos hombres con...

Music in the air

Hace ya unos días me comentaba un amigo que podía escribir sobre la música en el terreno sexual, pues bien, aquí estoy. La música no es esencial para que una relación sexual sea satisfactoria, no es requisito indispensable, sin embargo es un elemento que puede ayudarnos en numerosas situaciones. Es indudable que la música hace que se cree un clima específico y, por ello, escucharla puede ayudar a que las personas entren en clave erótica. En muchos sitios (libros, revistas, internet) aconsejan música suave y seductora para todo esto o música neutra que no te vaya a transportar a otro sitio: que si Sade, que si bandas sonoras como la de Gladiator, que si un streaptease con «You can leave your hat on» de Joe Cocker, etc. no voy a ser yo la que diga que no, pero por favor, un poco de originalidad y menos clichés, mejor utilizar música que oigamos habitualmente, es decir, que nos guste realmente y no sólo aquella que el cine o nuestro entorno haya decidido que debamos usar. Lo de que sea lenta o rápida ya va en cuestión no sólo de gustos sino del momento, ya que en momentos precisos, una música relajada nos puede llevar a detenernos y recrearnos a su son y en otros, una canción más movida puede hacer que la pasión se libere de forma sorprendente. Ahí ya se sabe: para gustos los colores. De hecho, el ritmo de la música nos puede ayudar en lo que queramos conseguir, me explico, si una pareja quiere durar más realizando el coito, una canción más lenta le ayudará a conseguirlo...

El sexo en caja.

Desde hace tiempo veía en las librerías y en otras tiendas unas cajas que así se anunciaban: «El sexo en caja» por Emily Dubberley, así que me decidí a comprarlas para ver que es lo que nos podían ofrecer, a que precio y si merecía la pena. No hizo falta tenerlas mucho tiempo en la mano para saber que NO hay que comprarlas, hay muchas mejores formas de invertir esos 12.00 euros. Para empezar, a pesar de que pone que el texto ha sido traducido por una persona, no puedo hacer nada más que dudarlo, pues parece una traducción literal hecha por un ordenador, que en ocasiones da lugar a frases sin ningún tipo de sentido. Por otro lado, los materiales no son nada buenos y, si se usasen, no deben durar más de dos asaltos. Pero vayamos por turnos… La primera caja que me dispongo a abrir es la de «Sexo y Fantasía en caja». Me encuentro con una pajarita para el hombre (imposible de ponerse, por otra parte) y un antifaz de lentejuelas rojas para la mujer, de la misma calidad que los que encontramos cualquier Nochevieja en una bolsa de «cotillón». Estos accesorios se encuentran acompañados por unas tarjetas que indican ciertas acciones a realizar y un minilibro de 272 páginas. El libro nos sugiere algunos tipos de fantasías comunes que se pueden llevar a cabo con tu pareja, eso si, faltas todas de imaginación ya que sugieren cosas tan novedosas como jugar a los roles «médico-paciente», «amo-esclava», etc. Vamos, que han pasado 5 minutos y tenemos una pajarita y un antifaz que no vienen ni...

NO!

Uno de los derechos asertivos que tenemos todas las personas es a decir no sin sentirnos culpables por ello. Parece que estamos educados en la era de la imagen, de la apariencia, de la falsa-buena-educación y, de ahí, que no seamos capaces, a veces, de decir que no en determinados momentos. En todo esto influye el que los padres consientan, el que cedan, el que no preparen a sus hijos para cuando obtengan un no por respuesta y que aprendan a frustrarse ,que eso también se enseña. Pero muchos de ellos sienten culpabilidad por verles poco (por motivos de trabajo, etc.) y piensan que deben agasajarlos y mimarlos, sin darse cuenta que no por castigar a un niño te va a querer menos sino que, al contrario, te va a respetar más, te va a tomar más en serio y vas a ayudar a que se forme un adulto coherente y humilde, no uno egoísta y caprichoso. Tenemos que reforzar nuestra autoestima, dejar atrás las inseguridades y la necesidad de valoración por parte de los demás, saber que no por decir no somos «peores» en algún aspecto, dar prioridad adecuadamente a nuestras necesidades, opiniones y deseos. Todos somos humanos y sabemos que hay veces que algo apetece y, a lo mejor, en otro momento, esa misma cosa no nos apetece. Sin embargo, nos encontramos con parejas que se dejan llevar por el otro, que dan la razón «por no discutir» o con excusas tan débiles como «no, si es que en el fondo a mi me daba igual». Mentira. Seamos honestos con nosotros mismos y con los demás, echemos...

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