Relato erótico de Atenea

LETICIA

 

Es domingo por la mañana, llevo dos días de vacaciones en la casa de la playa de los tíos de mi amiga Leticia. Ella acaba de romper con su novio y Marcos no ha podido acompañarnos por trabajo, así que estamos las dos solas. Creo que en realidad es mejor, porque ella está hecha polvo y así podemos dedicar largas horas a decir los capullos que son los hombres.
Aunque en este momento no es en los hombres en lo que estoy pensando. Hemos dormidos juntas estas noches porque las dos habitaciones tienen cama de matrimonio y así estamos menos solas, ahora ella está sólo con una camiseta de tirantes y sus braguitas negras durmiendo a mi lado. Yo no puedo dejar de mirarla y de pensar en lo que pasó anoche. Estuvimos bebiendo tequila, con la música alta y poniendo a parir a todo el sector masculino, entonces ella puso su cara frente a la mía, tan cerca que sentía su respiración y el calor de sus labios, y dijo que a lo mejor le iría mejor en la vida si se dedicase las mujeres en lugar de a los hombres. Entonces soltó una carcajada y se tiró hacia atrás en el sofá.
Ahora está ahí tumbada en mi cama medio desnuda y yo sólo puedo pensar en lo cerca que tuve sus labios. Se le marcan los pezones por debajo de la camiseta, son preciosos, aunque sus tetas no son muy grandes, pero son perfectas. Está delgada y se le notan los huesos de las caderas. Tiene el pelo moreno, largo y liso. La verdad es que es que no es especialmente guapa, pero tiene una personalidad de esas magnéticas, que te atraen y no sabes por qué. No sé por qué razón desee besarla ayer y deseo besarla ahora, nunca he estado con una chica y sé que ella tampoco, que lo que dijo ayer no lo decía en serio. En fin intentaré dormir un poco porque es muy temprano para levantarnos.
Me acabo de despertar y ella no está. Me levanto y oigo ruido en la habitación que hace de despacho. Entro allí y está sentada en el ordenador. Doy los buenos días y me quedo mirando desde la puerta. Lleva la camiseta de tirantes, es suelta, por lo que se adivinan sus pezones y te dan ganas de meter la mano por uno de esos laterales que casi se abren y te dejan verlo todo. Habría que hacer como Sabina y rezarle a la Virgen de los Vientos… La mesa del ordenador está en medio de la habitación de frente a la puerta y dando la espalda a la ventana, como es de esas mesas de despacho, no puedo ver sus piernas por la madera del frontal, sólo veo sus pies y adivino parte de sus piernas.
Me agacho y me deslizo por debajo del frontal de la mesa, lo primero que veo es un primer plano de sus muslos perfectamente depilados y bronceados. Ella abre ligeramente las piernas como haciendo una invitación, así que comienzo a besar sus muslos desde las rodillas, deslizándome por la cara interna. Al acercarme a su pubis puedo sentir el calor. Separo más sus piernas, ella no dice ni una palabra, pero su respiración se acelera. Finalmente beso su clítoris por encima de las bragas, ella se estremece. Al alzar la vista no llego a ver su cara desde mi posición, pero puedo ver sus pequeños pechos con los pezones erectos por debajo de la camiseta. Aparto las braguitas a un lado y comienzo a dar pequeños lametones por los bordes de sus labios, está ya empapada y yo también. Introduzco la lengua entre sus hinchados labios y puedo oír cómo respira cada vez más rápido. Subo hasta su clítoris y comienzo a lamerlo, ella se agita más y tras unos segundos aprieta mi cara con sus muslos y tiene un orgasmo.
Me levanto y sonrío. Ella también me dedica una dulce sonrisa. Me doy la vuelta y salgo por la puerta camino de la cocina mientras le pregunto a gritos si quiere zumo de naranja con el desayuno.

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