DESENLACE INESPERADO
Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atada.
Difícil situación pensé. Con las manos atadas a la espalda y sin ver nada. Tengo que pensar rápido. Al principio no supe como reaccionar, así que opte por lo fácil.
Me levanté de la silla, donde anteriormente había sentido todos mis sentidos a flor de piel. Me acerque a ella por el sonido de su respiración.
Y ahí estaba, de pie. Seguro que con una sonrisa en la cara. Me inclino un poco. Acerco mi boca a la suya. No puedo creer el placer que estaba sintiendo, con solo rozar sus labios. Con mi boca juguetona voy abriendo camino, por su cuello, hasta llegar al lugar deseado. Sus oídos. En un susurro, le pido que me desate las manos.
Me dice que no.
Así que sigo cada curva de su cuerpo, desde sus piernas hasta su entrepierna. Ahí me detengo, notando su vagina húmeda. Con mis dientes desabrocho los botones de sus pantalones. Como puedo intento bajar parte de ellos, hasta encontrarme con sus bragas caladas. Le muerdo por encima de las bragas. Escucho como su respiración se va acelerando, deseando que mi lengua pase entre su pubis. Pero me detengo.
Prosigo con mi única arma, mi boca rabiosa, hacía arriba, desde su cintura hasta sus pezones. Puedo sentir como sus pezones se ponen a mil, cada vez que mi lengua los roza.
Te suplico que me desates las manos.
Pero su respuesta, sigue siendo, no.
Me deslizo de nuevo, al punto de inicio. Muerdo tus bragas por una punta y las bajo a la altura de los pantalones. Primero beso tu clítoris, para continuar con el resto del manjar. Meto mi lengua hasta el fondo. Con un entra y saca tan eufórico que siento como su sexo esta a punto de estallar. Me separo unos centímetros. Noto como sus manos descienden por mi espalda, intentando desatar las mías.
Ahora soy yo la que no quiere ser desatada.
No dice nada. Noto su respiración agitada. Puedo escuchar el suave sonido de la fricción de la ropa, al desprenderte de su camisa. El crujir de sus pantalones vaqueros, cuando caen al suelo. Nunca pensé que ese sonido pudiese llegar a excitarme tanto.
No puedo verte, pero de una cosa estoy segura. Te has desnudado y me vas a echar un buen polvo de un momento a otro.
Ya no aguanto más. Necesito tocarte, tenerte cerca de mí.
Me pongo delante de ti de espaldas. Con mis manos atadas agarro las tuyas y las apoyo en la entrada de mi vagina. Me sentí morir, morir del placer. Sentí como mis paredes vaginales se contraían y como sus manos hervían dentro de mí. Me penetra con sus dedos. Cambiando el ritmo, a veces lento y profundo y otros como una loba, arañando cada parte de mi sexo.
Ahora sus manos se pasean por mis nalgas, tanteando, acariciando. Me estremezco al sentir el calor de su cuerpo sobre mi espalda. Su piel sobre mi piel, sus dedos acariciando mis pechos, mis pezones duros. Se me escapa un ligero gemido, cuando su mano se apoya en mi cabeza. Bajas mi cuerpo más, dejando mis nalgas y mi sexo más elevados, más expuestos. Ahora sin verte, sé que me estás observando. Miras mis nalgas en pompa. Mi vagina que se asoma desde atrás. Me siento vulnerable, estoy a su merced, no sé lo que me va a hacer.
Te agachas un poco. Susurras algo en mi oído.
¿Y ahora qué?
¡Joder! No puedes irte y dejarme así. No, no puedes.