Relato erótico de Monxubz

Ya por fin llegó el invierno, una noche tormentosa y gélida reinaba entre las calles de la ciudad. Solo unos pocos intrépidos junto a vagabundos paseaban resistiendo con todas sus fuerzas el temporal.
No eran las estrellas las que iluminaban el cielo, sino fuertes destellos de los relámpagos que sinuosos cual dragones rugían entre los segundos de un tiempo que parecía no tener fin.
De repente, escucho un fuerte golpe al otro lado del pasillo y un grito desgarrador de dolor tremendamente agudo.
Corriendo con el miedo en el cuerpo, me acerco hasta la puerta y ojeando por la mirilla de la puerta me encuentro como un hombre estaba intentando desnudar a una muchacha la cual se defendía con todas sus fuerzas
El hombre pese a lo que hacía, tenía un rostro en el cual el terror estaba inundando sus ojos con una boca abierta soltando palabras indescriptibles.
No pudiendo aguantar más, finalmente abro la puerta y con todas las fuerzas que me quedaban en ese momento, golpeo alejando al hombre de la mujer, metiéndola dentro de la habitación, y cerrando todo lo fuerte posible la puerta.
Al cabo de un rato, se dejaron de escuchar golpes, el hombre se había ido. Solo los truenos resonaban entre la noche. La muchacha, inconsciente hasta ese momento, se incorpora y sus ojos profundos no expresaban miedo por lo acontecido, su mirada me helo la sangre. Vacía pero intensa, sin expresividad pero escondiendo un gran secreto. Clavada en mi como un lobo fija la mirada en su presa disfrutando de la situación.
En ese momento, no sabia que había cometido el peor error de mi vida. Es más, no sabía que había resultado el peor error de mi vida. El último.
Pese a ser una chica preciosa físicamente, semidesnuda todavía por lo acontecido, mi mirada no poda alejarse de sus ojos, necesitaba tenerla controlada aunque en mi el querer temblar era lo único que nacía en mi interior
Finalmente, ella actuó primero, dándome las gracias. Su sonrisa no hacia más que añadir tensión y terror al momento, y sin esperarlo se incorporó y tomándome de la mano, se incorporó mirándome cual rey superior intimida a sus vasallos.
Buscó el servicio, se lavo la cara,  volvió a donde estaba yo. Mi corazón era un terremoto de latidos, tal vez por el terror, o por el deseo de tener ante mi a semejante mujer.
Tomó mi mano y con una sonrisa se la llevó a su pecho, helado, terso, duro pero manejable. No podía tomar el control, por que de un beso hizo que mi mente se volviese oscura. Perdí el control de la situación. Me inundé por el sabor de sus labios, mi razón murió como mi corazón.
Puse mi otra mano e forma instintiva en su espalda y buscando su culo encontré finalmente su vagina.
El deseo se apoderó de mi instinto animal. Había dejado de ser una persona a ser una bestia. Esa mujer me había vuelto loco y de un empujón la tiré hacia la cama. Lo único que en ese momento mi mente recuperaba de cordura, era al ver sus ojos, momento en el que el pánico volvía en mi.
Me puse encima de ella y sin piedad penetré a esa desconocida chica. Sus gritos eran similares a los chillidos de un murciélago, su cuerpo increíblemente gélido pese a una vagina chorreante. Mi cuerpo no obedecía ninguna orden de mi cabeza, solo el penetrarla más fuerte.
Mis fuerzas están acabándose, y empiezo a gemir igualmente como ella. Ese beso maldito tenia algo que me ha hecho ser lo que soy ahora.
Siento sus piernas agarrándome por detrás no dejándome escapar y finalmente en un grito desgarrador de mi garganta, termino por inundar de mi semen su vagina.
Siendo poco apoco menos consciente, en mi cabeza solo queda un último recuerdo. Sus ojos llenos de satisfacción y ver como un cuchillo se clavaba rápidamente en mi pecho.
Usando las ultimas fuerzas, solo alcanzo al mando de la tele, donde retransmiten una noticia. La escapada de una violadora asesina. Era la chica a la que salvé. Antes de morir, entendí la expresión de terror de ese hombre. Finalmente cerré eternamente los ojos.

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