ERES TÚ
Lo que me gusta del verano es que puedes estar hasta altas horas de la madrugada tranquilamente en la calle, sentado en las escaleras de una plaza cualquiera, charlando, riendo, en buena compañía.
Entonces, a veces, o sólo una vez, o sólo esta maravillosa vez, ocurre: la miras y la ves. La conoces desde hace tiempo, pero ahora la ves, ¿ahora? No. Pero no aciertas a recordar cuándo empezaste a verla… Y te quedas callado y sólo puedes mirarla, te habla y la oyes pero no alcanzas a escucharla del todo porque algo desde dentro te está gritando muy alto.
Es en este momento en el que tu cuerpo va por libre, acelera tu pulso, hace que te suden las manos y desvía tu mirada de sus ojos a sus labios y te bloqueas entre las ganas que tienes de besarla y el miedo a estropearlo porque es tu amiga. “¿Qué te pasa?” Llegas a escuchar. “Nada”, balbuceas, “es que ando algo melancólico”. Y ella, con ternura, te abraza y te besa en la mejilla y suspira “ay, mi niño”. Ya estás perdido.
El grupo se mueve ajeno a tu conmoción. Mientras todos avanzan, tú les sigues en silencio unos pasos atrás, la ves hablar con dos amigas, su voz, su risa, su cuerpo, tus sentidos embriagan tu mente que vuela tras su oreja imaginando cómo sería acariciar su cuello con tus labios…
Te alarmas de repente, ruborizado como si alguien pudiera escuchar tus pensamientos, pero nadie está reparando en ti. La miras de nuevo, pantalón corto, camiseta de tirantes, sus piernas, sus hombros, su pelo largo y suelto… “Ay, verano, verano, ¿eres tú o soy sólo yo el que siente este calor?”
Un escalofrío te estremece, mojas tus labios por instinto y el deseo empieza a apoderarse de ti. Respiras profundo y cierras los ojos, pero una imagen de su cuerpo desnudo desata un torrente en tu imaginación.
La besas, en tu mente ya la estás besando y es tan suave… Tus dedos recogen torpemente su pelo detrás de sus orejas, acaricias su cuello y aprovechas para atraerla más a ti, para besarla más fuerte, casi sientes de veras su cuerpo contra el tuyo, sus pezones en tu torso… “¡Para!”
El grupo se ha parado a comer algo, otra plaza, unos bancos, ella se sienta a tu lado un poco adelantada de modo que no te ve mirarla, pero sientes su olor, “¿siempre ha olido tan bien?”.
Más risas, más charla, su mano en tu pierna, se gira, te mira, te mata, te sonríe, te remata…
¿Que te está pasando? Es tan intenso que asusta y querrías huir, pero no puedes, tienes que estar con ella y ves cómo tu mano se alarga para acariciar su hombro, pero no, tu mano sigue en su sitio, vuelves a estar soñando y ella a estar desnuda entre tus brazos, en tu cama, te besa en el cuello y va descendiendo deteniéndose en el pecho mirándote divertida con ojos de deseo, sonríes y la atraes a tu boca, necesitas besarla, no parar de besarla nunca, es tan bonita, ¿por qué no la habías visto antes? ¿Dónde estabas mirando? ¿Qué sensación es esta que te obliga a contar cada peca de su rostro, cada lunar de su cuerpo?
Hace calor y tu mente se pone a ello imaginando tus dedos recorrer su piel, cierras suavemente sus ojos y bajas acariciando sus labios que se abren mojando tus yemas, sigues bajando por su cuello deteniéndote en el comienzo de su pecho, la observas y ella se eleva, pidiendo que sigas, “no pares”, susurra, tu boca se une a tu mano para excitar sus senos, sus pezones con mordisquitos y gime. “Sigue”, suplica y obedeces. Superas su vientre, soplando en su ombligo y llegando a su sexo separas sus muslos mordiendo y besando con fuerza su interior. Se estremece más.
Te detienes un instante y la miras, la ves maravillosa, dispuesta, ya no puedes parar…
“¿Qué?” Te escuchas decir, “que si vienes a Cibeles a coger el búho”. Y cuando la ves desde tu parada irse en su autobús, te preguntas a quién escribirá con su móvil, entonces suena el tuyo: [<<tb pienso n ti>>]
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