Relato erótico de Luzderass

DESENLACE INESPERADO Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atada. Difícil situación pensé.  Con las manos atadas a la espalda y sin ver nada. Tengo que pensar rápido. Al principio no supe como reaccionar, así que opte por lo fácil. Me levanté de la silla, donde anteriormente había sentido todos mis sentidos a flor de piel. Me acerque a ella por el sonido de su respiración. Y ahí estaba, de pie. Seguro que con una sonrisa en la cara. Me inclino un poco. Acerco mi boca a la suya. No puedo creer el placer que estaba sintiendo, con solo rozar sus labios. Con mi boca juguetona voy abriendo camino, por su cuello, hasta llegar al lugar deseado. Sus oídos. En un susurro, le pido que me desate las manos. Me dice que no. Así que sigo cada curva de su cuerpo, desde sus piernas hasta su entrepierna. Ahí me detengo, notando su vagina húmeda. Con mis dientes desabrocho los botones de sus pantalones. Como puedo intento bajar parte de ellos, hasta encontrarme con sus bragas caladas. Le muerdo por encima de las bragas. Escucho como su respiración se va acelerando, deseando que mi lengua pase entre su pubis. Pero me detengo. Prosigo con mi única arma, mi boca rabiosa, hacía arriba, desde su cintura hasta sus pezones. Puedo sentir como sus pezones se ponen a mil, cada vez que mi lengua los roza. Te suplico que me desates las manos. Pero su respuesta, sigue siendo, no. Me deslizo de nuevo, al punto de inicio. Muerdo tus bragas por una punta y las bajo a la altura...

Relato erótico de Luisa

SORPRÉNDEME  – Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atadas- dijo él. – No. Te sorprenderé, pero serás tú el que estés atado – dijo ella. Hoy era ella quien quería atarle las manos y vendarle los ojos, contrariamente a lo que venía siendo habitual. Hoy era ella quien tenía que actuar; no era su papel; nunca había hecho nada parecido, pero sí era cierto que lo había imaginado en múltiples ocasiones. Pero su imaginación había sido únicamente suya, con ella misma, e íntima. Y ahora eran dos. Pensó que la barra de la ducha era un buen sitio para atarle las manos. La bajó un poco, y ella las ató fuerte con la toalla, de tal forma que aunque quisiese, no pudiera zafarse. Él estaba expectante: le divertía ver cómo ella se lo tomaba tan en serio, y le gustaba verla actuar. Sólo las acciones de ella lo estaban excitando. Ella sentía temor, pero no podía dejar pasar el reto. Lo miró, le sonrió y con decisión cogió su pañuelo y le tapó los ojos. Cuando ella pasó el pañuelo por su cara, él sintió cómo su aroma le cerraba los ojos, y cuando lo anudó, sintió su aliento profundo en la nuca, lo que le ocasionó un cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo. Tan sólo ese gesto le hizo perder su fuerza en las piernas, que se acumuló casi por completo en su miembro. Ella le observó; le vio hermoso, como una estatua griega con toda su musculatura marcada. Sintió el nerviosismo de él por lo que iba a pasar...

Relato erótico de Kid Marlboro

ENTRE EL SOLLOZO Y LA RISA DEMENTE «Sorpréndeme, a ver qué haces con los ojos vendados y las manos atadas», dice la muchacha. La muchacha está, en el mal sentido de la palabra, buena. Mamacita, como dicen por aquí, aunque demasiado alta y delgada. Parece una auténtica vampiresa, la quintaesencia de la femme fatale. Tiene una espesa melena negra que desciende hasta los hombros, ojos grises y la piel lechosa. Tú la viste desde que estaba chiquita en la esquina. Se fue creciendo hacia ti, caminando suelto, sin importarle nada y aferrando con su mano derecha doce metros de mecate. Calzada con tacones transparentes, expulsaba el humo de un cigarrillo dibujando varios aros mientras su ajustado vestido rojo seguía dejándole al descubierto la rayita donde empiezan las tetas y un poco más arriba de las rodillas; medio mundo giraba la cabeza para seguir sus pasos, y ella aparentaba no enterarse. Entonces se te ocurrió apartarte de la ventana de tu oficina e ir a hablarle. «¿Pa’dónde va, mi amor?», le preguntaste cuando pasó por tu lado. «Por ahí», dijo ella. «Venga. La invito a mi casa.» Ella se te paró de frente y te miró fijo a los ojos. «¿Tienes esposa, hijos?» «Sí, pero ahorita no están, mi amor. Ándele, vamos.» «Está bien. Llévame.» Ni tardo ni perezoso, la condujiste de la breve cintura hasta el dormitorio de tu casa. «Quítate toda la ropa excepto la corbata», dice ella con un tono severo que se superpone a su lujuriosa voz. La miras sorprendido. «¿O es que prefieres que me vaya?» El juego te gusta. Es diferente. Obedeces. «Buen chico.»...

Relato erótico de Bayba

 ASÍ…SIEMPRE       -Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atadas.       Estas palabras resuenan en el interior de mi cabeza. Mi cuerpo aún está  bajo los efectos de tu penetración implacable, pero suave, varonil pero caballerosa, intensa e íntima a más no poder. No me decido a moverme lo más mínimo. Es tal el placer que he experimentado que no quiero se me escape por algún lado.       Ha sido algo digno de vivir. Nunca antes te había recibido con tantas ansias acumuladas o al menos eso me has hecho sentir.       Para cuando llegaste a explotar dentro de mí, yo lo había hecho ya tres veces seguidas. No sé como será el séptimo cielo o si ni siquiera existe pero esas horas fueron celestiales. Mi cuerpo casi ni me lo sentía, era como un espíritu flotando en el aire.         Si me hubiese muerto acto seguido, pienso que no habría perdido nada. Lo que me queda por sentir en la vida no creo pueda superarlo.       El listón está tan alto que me temo que no lo podremos rebasar.       ¡Aunque, tratándose de nosotros dos, es más que posible!       La lluvia golpea con fuerza la claraboya de tu ático. No sé que hora puede ser. No sé si tan siquiera el tiempo sigue pasando o se ha detenido en la estancia donde estamos para siempre.       Ahora que voy recuperando el pulso de la cruda realidad, no puedo ver si es de día ya, porque sigo con los ojos vendados, tal y como te gustó que lo hiciésemos.       ¿Eras sincero cuando me decías que si te miraba te quitaba la concentración y durabas...

Relato erótico de Antonio Perez

MARCACIÓN POR VOZ       – Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atadas – le dijo a María dirigiéndole una insinuante mirada. Se quitó su cinturón fino de piel, y con él le ató las manos a la espalda. Después, cogiendo un amplio pañuelo de seda roja, lo anudó alrededor de la cabeza de María, privándole completamente la visión.       María lo dejó hacer, con una sonrisa malévola en su cara, como quien con un as en la manga ve a su enemigo creyéndose ilusamente ganador.       Pedro quería que esa noche fuese distinta: hacía justo un año que vivían juntos, y habían comenzado la noche con una cena especial, donde las velas tampoco habían faltado.       – Sabes muy bien que aunque prescindas de mi sentido del tacto y de la vista, dejas libre mi sentido más sexual: mi cerebro – dijo María, intentando desde el principio ser provocadora.       – Dudo mucho que puedas excitarme demasiado con ese órgano. Sabes que lo que a mí me gusta es algo más físico.       – De acuerdo – María se trazó un plan. Tenía localizado mentalmente su móvil sobre la mesa, aún sin retirar. Dirigiendo su voz hacia el terminal, pronunció con voz alta y clara: 6-6-9-4-5-0-1-2-2. Cinco segundos después, alguien respondió por el altavoz, que estaba activado.       – ¿María?       – Sí, soy yo. ¿Qué tal? ¿Puedes hablar unos minutos?       – Muy bien. Y dime, tengo para ti todo el tiempo del mundo, ya lo sabes.       – ¿Serías capaz de acordarte de lo que más me gustaba?       – Si te refieres al sexo, sí, por supuesto, pero ¡qué pregunta!       – Dime por...

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