Relato erótico de Herminia

Hierve la Hierba El calendario señala primeros de Julio. Es un atardecer tardío. Desde una radio llegan las notas de “El Chico de la Armónica”, cargadas de muchos recuerdos íntimos. Me acerco al ventanal, con gran excitación en mi cuerpo menudo. Llevo una carta, que acabo de abrir con estupor, en mis temblorosas manos. La primera vez que iba a “engancharme con mi futuro” fue en el jardín que tengo ante mí, después de que interpretara esa melodía como sólo él sabía con su propia armónica, cuyo sonido me acariciaba y desnudaba a la vez. Me siento en un “confidente” que tengo en el mirador. Es mi lugar predilecto. El otro asiento permanece ocupado por un cojín de plumas, mudo, pero siempre atento a mis confesiones. El “Canalla” hace años que ha dejado de ocuparlo. Mi pecho, todavía tieso, aunque pequeño, se agita casi con la misma ansiedad de aquella noche de Luna Nueva, mientras me soltaban torpemente los corchetes del sujetador las manos regordetas de mi “prometido”. Íbamos a transgredir una norma muy radicada en ambas familias: “Llegar vírgenes al matrimonio”. Estábamos dispuestos a ser los primeros en no hacerlo. ¿O hubo otros, pero nunca fueron descubiertos? Una vez superamos nuestros miedos y sabiendo que mis padres no volverían hasta bien pasada la media noche, nos entregamos desenfrenadamente con una pasión inaudita. La pradera era como una extensa cama sin límites, como la excitación que experimentábamos y que a nosotros mismos nos producía asombro. Jamás habíamos sospechado tal fogosidad en nuestro ser amado.Puede que fuera el olor penetrante a hierba recién cortada o su suavidad de alfombra mullida,...

Relato erótico de Eunate Mendia

Una flor carnívora Ella llegó pedaleando. Parecía muy joven con el pelo recogido en una cola de caballo y la falda corta y azul. Dejó la bici frente a mí y estuvo vagando hasta encontrar el nido de hierba donde tendió su toalla. Aproveché que me daba la espalda para mejorar mi posición, acercándome unos metros y crucé los dedos deseando que se quitara la falda y me dejase ver sus braguitas y los muslos, de los que ya tenía abundante ración al aire. Ella pareció adivinarme. Soltó, sin volverse, la presilla que sujetaba la diminuta cinturilla de su falda y ésta resbaló caderas abajo hasta aterrizar a los pies de la muchacha que de una patada se libró de ella. Sus bragas eran también azules. Prietas y pequeñas, dejaban al aire la mitad de un culo respingón que tendía a asomarse por cualquier lado al menor movimiento de su dueña. ¡No podía creerlo! La muchacha se giraba hacia mí, mientras se deshacía de su camiseta, dejando al descubierto unos pechos pequeños que desafiaban la ley de la gravedad apuntando al cielo. ¡La niña no tenía precio! Se estiraba perezosa, caminando entre las altas hierbas y recogía flores, agachándose, y mostrando al hacerlo la hendidura rotunda y sudada que sus braguitas ocultaban a duras penas. Reunió un buen ramillete, volvió a su toalla deshojando en ella todas las flores y se sacó las bragas con un gesto tan delicado y coqueto que no entendí lo que estaba viendo hasta tener frente a mí, un pubis moreno y rizado que se tendía sobre las flores deshojadas. La muchacha abrió las...

Relato erótico de Duende Travieso

Luna y Tormenta Me despierta un sonido chirriante, abro los ojos y entre parpadeos veo una figura femenina, es ella, solo cubre su desnudez con una leve túnica de gasa que se mece al viento, trae entre las manos unas mantas y me doy cuenta de que estoy helado…sobre el mar al fondo se ha desencadenado una tormenta, ella deposita una manta sobre mí, mitigando el frió que sentía… ella ocupa la butaca contigua y me advierte de que la tormenta llegara en breve tiempo, enciendo un cigarrillo, ella hace lo mismo y nos quedamos a contemplar esa maravilla de la naturaleza que es la tormenta furiosa que descarga en el mar…ella al terminar el cigarrillo se levanta y cogiendo la manta se pone a bailar sobre el césped como siguiendo el ritmo de los tambores, de esos tambores naturales que se oyen en la lejanía, los truenos de esa tormenta…contemplo el espectáculo de extraordinaria belleza, ella danzando sobre la hierba y de fondo rayos cayendo furiosos sobre el mar, y la luna llena iluminando a la danzante…llueve…caen gruesas gotas de agua, pero muy espaciadas en la distancia…la danza se interrumpe…ella deposita la manta en un banco de piedra y se tumba encima, de espaldas, mirando directamente a esa plena luna…instintivamente me acerco hacia ella. tiene los ojos ahora cerrados, está en silencio, veo que las gruesas gotas han empapado en parte esa sutil gasa que cubre su cuerpo, esa tela ya mojada se pega a su piel…las gotas de lluvia son ahora más espesas…la tela ya casi completamente pegada a su piel ya no hace la función de...

Relato erótico de Atenea

Marco Como cada 15 de agosto vuelvo al pueblo para celebrar las fiestas. Es el mejor momento del verano, reunirme con la pandilla de siempre y recordar viejos tiempos. Después de cenar con la familia quedo con todo el grupo en la plaza del ayuntamiento, hay una pequeña sesión de fuegos artificiales y luego la orquesta. Cuando llego Ana me dice que no me voy a creer quién ha venido este año… ¡el primo Marco! Él fue mi primer beso en un tonto juego de “beso, verdad o consecuencia” cuando yo tenía 13 años. Estuve colada por él durante mucho tiempo. Le llamamos al primo Marco porque la que es del pueblo es su prima Laura, pero desde niño y hasta los 17 él siempre venía con sus padres a las fiestas y luego se quedaba un par de semanas. Al fin llega Marco, nos saludamos y nos ponemos brevemente al día. Mientras hablamos noto cómo mi pulso se acelera, no sé cómo es posible que tenga este efecto después de tantos años. Resulta que es ingeniero industrial y ahora trabaja en Irlanda. Mientras hablamos llega Miguel a saludarle, siempre le llama Marcos y hoy no iba a ser menos, entonces los dos le corregimos al unísono, nos miramos y nos echamos a reír. Esto hace que me sonroje, no sé qué me pasa… Comienzan los fuegos artificiales y me dan un respiro. Cuando llevo un par de minutos mirando al cielo siento que alguien se me acerca por detrás, es Marco. Me susurra al oído que si quiero hacer inolvidable esta noche, me espera al lado de la...

Relato erótico de Antonio

Alfalfa Una calurosa mañana de verano, me dirigía andando a comer a casa del conde con mi impoluto vestido blanco, cuando me encontré a un segador cortando alfalfa a la orilla del camino. Me quedé mirándolo, hipnotizada por sus rítmicos movimientos con la guadaña. – Inténtelo usted – me invitó educadamente. Me cogió de la mano, y con delicadeza, me llevó al bancal. Colocándose a mis espaldas me dio la guadaña. – Cójala con esta mano. Con la otra sujete fuerte aquí. Sentí sus fuertes manos sucias sobre las mías. Notaba su cuerpo sudado pegado al mío; percibía su boca pegada a mi oído, rozándome el cuello con su cara surcada de gotas de sudor y polvo. Mis piernas temblaban al asir la larga y afilada guadaña. Sintiendo su cuerpo sobre el mío, abrazándolo sin abrazarme. Sus brazos rozando mis senos. Sus piernas dirigiendo mis muslos. – Abra las piernas. Más. Así. Levante la guadaña. Con fuerza. Me estaba gustando. Me estaba excitando el estar siendo poseída por el cuerpo y los brazos sucios y sudorosos de un desconocido, y por estar manejando esa peligrosa herramienta. La hoja pasó justo a ras del tallo de la alfalfa. Y me emocioné. Un pequeño movimiento involuntario me hizo adelantar un pie. Y en el arco descendente, la esquina de la imponente hoja me rozó el pie, que empezó a sangrar enseguida. – No la debería haber invitado. Era demasiado peligroso. Me sentó sobre la alfombra de alfalfa todavía no cortada. – Debo ver bien la herida. Voy a quitarle la media. Sin darme tiempo a reaccionar, metió sus sucias manos por...

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