Relato erótico de Monxubz

Ya por fin llegó el invierno, una noche tormentosa y gélida reinaba entre las calles de la ciudad. Solo unos pocos intrépidos junto a vagabundos paseaban resistiendo con todas sus fuerzas el temporal. No eran las estrellas las que iluminaban el cielo, sino fuertes destellos de los relámpagos que sinuosos cual dragones rugían entre los segundos de un tiempo que parecía no tener fin. De repente, escucho un fuerte golpe al otro lado del pasillo y un grito desgarrador de dolor tremendamente agudo. Corriendo con el miedo en el cuerpo, me acerco hasta la puerta y ojeando por la mirilla de la puerta me encuentro como un hombre estaba intentando desnudar a una muchacha la cual se defendía con todas sus fuerzas El hombre pese a lo que hacía, tenía un rostro en el cual el terror estaba inundando sus ojos con una boca abierta soltando palabras indescriptibles. No pudiendo aguantar más, finalmente abro la puerta y con todas las fuerzas que me quedaban en ese momento, golpeo alejando al hombre de la mujer, metiéndola dentro de la habitación, y cerrando todo lo fuerte posible la puerta. Al cabo de un rato, se dejaron de escuchar golpes, el hombre se había ido. Solo los truenos resonaban entre la noche. La muchacha, inconsciente hasta ese momento, se incorpora y sus ojos profundos no expresaban miedo por lo acontecido, su mirada me helo la sangre. Vacía pero intensa, sin expresividad pero escondiendo un gran secreto. Clavada en mi como un lobo fija la mirada en su presa disfrutando de la situación. En ese momento, no sabia que había cometido el peor...

Relato erótico de Hennamorada

LA HUIDA Eric y Sandra corrían por las calles puestas patas arriba, en silencio, mirando a todas partes, parapetándose entre los escombros. Entraron en el centro comercial por el hueco de una puerta acristalada. Hacía tres días que se habían quedado solos. Apenas habían hablado desde entonces, cualquier conversación se dirigía sin remedio hacia los compañeros muertos… pero hoy… hoy el aire olía a primavera y brillaba el sol. Debían buscar comida, agua y ropa limpia. Las tiendas habían sido saqueadas varias veces después de que empezara el Exterminio, pero aún quedaban más cosas de las que podrían llevarse. Nunca se acabarían. Cada vez quedaban menos personas para usarlas. Pronto quizás a ellos tampoco les hicieran falta. Y pese a todo, la vida continuaba… Bucearon entre los montones de ropa buscando prendas cómodas para huir en cualquier momento. Mientras Eric escogía una cazadora, Sandra se desnudó para cambiar de camiseta. Él ya había visto el cuerpo de su compañera. Muy delgado. Lleno de rasguños y moratones. Nunca le había provocado ningún deseo, salvo quizás el de aliviar su dolor. Pero hoy, ese día en que empezaba la primavera, sintió algo especial al verla colocarse frente al espejo y probarse ropa nueva. Era hermosa. Ella le vio mirarla. Sonrió. Se sintió halagada con su mirada y cuando se acercó a besarla le devolvió el beso lentamente, dejando que el miedo retrocediera un poco, como si mientras se abrazaban no pudiera pasarles nada. Se tumbaron en el suelo, sobre la ropa nueva. Descubriéndose poco a poco, sin prisas. Desde el Exterminio habían visto a gente perder la cabeza y entregarse al...

Relato erótico de Sasafrán

PIEDAD Otra noche más los mismos golpes. Golpes que no te dejan dormir. Golpes constantes y monótonos que se repiten noche tras noche. Pero eso no es lo peor. Lo peor son los gemidos. Los gemidos de la bestia. No me extraña que papá nos abandonara. Yo tampoco los habría aguantado. Pero mamá no dice nada. Ella lo acepta. Así que intento encerrarme en el baño, acallar los sonidos que no me dejan conciliar el sueño. Pero no sirve de nada. Están ahí. En mi cabeza. Así que noche tras noche me acerco sigilosamente al cuarto de mi madre. Cuanto más me acerco, más irrespirable se hace el ambiente. Es por el hedor. El hedor de la bestia. Pero quiero mirar. Entreabro la puerta de su cuarto y noche tras noche miro ensimismado y asqueado el mismo ritual. La bestia sobre mi madre. Haciéndola daño. Y mi madre en trance, llena de placer, retorciéndose, contorsionándose, seducida por este ser de mil rostros que cambia noche tras noche. Pero yo he visto su verdadero rostro. Ese que me ha visto todas las noches y ha sonreído al descubrir que estaba observando. Un rostro que todo el mundo desconoce menos yo. Pero esta noche es diferente. Esta noche no voy a ser meramente un espectador. Un espectador que se queda impávido mientras su madre es poseída por una bestia que le está robando su alma y consumiendo su cuerpo. Esta vez actuaré. Pero debo dejar que la bestia sacie sus ansias y posea de nuevo a mi madre. Contra la bestia no tengo nada que hacer. Es superior a mi. Pero...

Relato erótico de Jaral

PESADILLA Abrí los ojos y estaba atado, mis muñecas estaban casi insensibles, la presión de las ligaduras era firme y al mismo tiempo suave no obstante un pequeño hilo de sangre bajaba por mi antebrazo produciéndome esas molestas cosquillas que te hacen revolverte, la habitación estaba casi en penumbra y él estaba frente a mí. Su mandíbula, cuadrada; su pelo liso y oscuro como el carbón producía cierta sombra inquietante en la cara semioculta y su torso desnudo, infestado de tatuajes obscenos me llamó la atención, una cadena colgaba a modo de cinturón de su pantalón y se acercó al cabecero de la cama con una diabólica sonrisa desfigurada en la penumbra de su tez.          –     no intentes moverte, o correrá aún más sangre en la habitación. No tenía intención ninguna de hacerlo pero mi cuerpo reaccionó sin mi consentimiento, parece una locura pero, bien fuera por las drogas que sentía que aún recorrían mi cuerpo dejándome en un estado de lucidez imprecisa, o por la adrenalina generada por el miedo a morir allí mismo, mi cuerpo se excitó al sentir su aliento junto a mi cara susurrando con esa voz grave, sinuosa, con cierto timbre de reptil. Abrí la boca sin poder hablar, intenté calmar mi mente y mi cuerpo, veía la muerte frente a mí sonriendo, disfrutando de mi agonía, sentí de nuevo la sangre que bajaba por mi brazo y quise morderme hasta arrancarlo pero era incapaz de moverme, mi cuerpo solo respondía a sus palabras y sus palabras eran la voz de mi dios. El mundo se agitó y...

Relato erótico de Lou

DE LA CAMA AL INFIERNO Como si lo hubieran hechizado, Carlos saltó sobre ella arrancándole la ropa y comiéndole sus labios. Rodaron por la cama y comenzaron a sudar. Hacía mucho calor en esa habitación, y la temperatura iba subiendo por momentos. Sentada a horcajadas sobre él, se movía arriba y abajo con ritmo frenético y pasional. Sus pechos, cuando no estaban en sus manos o en su boca, se balanceaban libremente al son de sus gemidos. Su bonito cuerpo bailaba con su miembro, entrando y saliendo rápidamente y provocándole placenteros espasmos. Aun no entendía cómo había acabado así, hacia tiempo que no tenía ningún encuentro con el sexo opuesto y esa tarde, sin buscarlo, se encontraba con esa preciosa loba que ahora lo devoraba. No se lo creía, nunca se lo habían puesto tan fácil. Su vagina ardiente y mojada no paraba de moverse, abriéndose y cerrándose, apretándose y balanceándose, frotándose con fulgor en todas las direcciones y su lengua recorría sin ningún tipo de pudor todo su cuerpo. Carlos alucinaba. De pronto, su vista se clavó en un pequeño tatuaje en el cuello de la chica del que no se había percatado. Era el extraño símbolo de una peligrosa secta de mujeres que adoraba al diablo, y de la que había oído hablar mucho, y nada bueno. Bajó un poco el ritmo, casi deteniéndose, pero la hermosa chica le obligó a continuar. Se dio cuenta que podía haber acabado en las garras de una fanática, o algo peor, de un súcubo, demonio en forma de mujer y decían, líder de esta secta. Se sentía engañado y atrapado....

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