Los complejos no caben en la cama

Hoy me encontraba en el e-mail una historia.

Una historia que es la primera vez que esta chica me la manda pero una historia que he oído muchas veces. No es una historia que pase de generación en generación ni algo que forme parte de la cultura popular, es una historia individual, personal, única y, sin embargo, compartida.

Su historia va sobre complejos, sobre no estar a gusto en su propio cuerpo, sobre sentirse fea y apartar las manos de su pareja cuando éstas van a entrar en contacto con determinadas zonas de su cuerpo. Las aparta para que no toque el «michelín», para que no sienta las estrías que a los ojos de ella son auténticas diaclasas…

El problema es que ella está pendiente de eso, de la luz, de que no vea su lunar allí, su manchita aquí, el pecho, la piel, su ser. Y con las preocupaciones no deja hueco a disfrutar, a excitarse, no está a lo que tendría que estar, interpreta un papel y deja al placer marcharse.

No, no, no. Aprendamos a querernos, a disfrutar de nuestros cuerpos sean como sean y a entender que la importancia que esos «defectillos» tienen sólo es la que nosotras mismas les demos.

Os dejo el enlace a un artículo que escribí sobre esto y que creo que os puede gustar pinchando aquí.

Igual si que es una historia que pasa de generación en generación.

Igual si que forma parte de la cultura popular.

Igual es hora de que cambiemos el cuento.

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