por MartaGPeris | Abr 11, 2011 | escritos
Seguro que más de uno y de una os seguiréis preguntando que fue de aquella persona que visteis una vez y dejasteis escapar. Me da a mi que eso mismo les estará pasando hoy a dos personas bajo el cielo de Madrid… ¿Que de qué hablo? Os cuento…esta tarde estaba volviendo de Londres a Madrid y en el asiento de delante estaban sentados dos jóvenes. Él era inglés, ella era española y al momento los dos han empezado una conversación. Evidentemente no he escuchado lo que se decían pero no era necesario, la comunicación no verbal hablaba por si sola. Tenían un asiento vacío entre ellos y a medida que avanzaba el vuelo el espacio se iba reduciendo: historias, risas, coqueteo, seducción, miradas y una conversación que no ha acabado ni cuando el avión ha pisado tierra ya que él «disimuladamente» ha esperado que ella saliese. La imagen era de lo más bonita, he de decirlo, la química y la atracción era palpable y no he podido más que fijarme en ellos a la salida. No se si me llamaréis cotilla o romántica pero tenía que saber como quedaba la cosa. Andando por la terminal todo el mundo va como loco, con prisas, ganas de llegar a casa…pero ellos van relajados, a su ritmo, seguro que deseando que el avión no hubiese aterrizado nunca. Han llegado a la recogida de equipaje y ¡puff! no ha habido ¿valor? por ninguna de las dos partes. El deseo era claro pero parece que la vergüenza era más fuerte. Ella ha salido del aeropuerto y él se ha quedado con cara de desolación...
por MartaGPeris | Feb 9, 2011 | escritos
Acabo de presenciar una de las escenas más dantescas que he visto en mi vida. Localización: Metro de Madrid. Andén. Muchísima gente en él ya que el tren que acaba de llegar «no admite viajeros». Entre toda esa gente una chica joven, de unos veinte y pico años con los ojos rojos y llorosos. Creo que era casi inevitable no verla porque su cara no podría reflejar más tristeza, supongo fruto de una ruptura sentimental o la muerte de alguien cercano, pero vamos esto es deducción mía. Como siempre, todo el mundo mira su ombligo, nadie hace nada, algunos por no saber que hacer ante esas situaciones, otros porque no reaccionarían ni si tuviesen un dragón echando fuego quemando sus cejitas y otros simplemente por respeto, por no invadir ese espacio tan personal. Pero entre la muchedumbre una mujer se abre camino, se acerca a ella, la pone una mano encima del hombro, a lo que la chica no sólo no responde con un respingo sino que le devuelve una mirada casi de alivio. La mujer la mira y, con un tono de voz notablemente alto, le dice «¡¡pero niña!! ¡deja de llorar! ¡que esto es un lugar público y nadie tiene porque aguantar tus lágrimas! las mierdas las dejas en casa y dejas de joder el día a la gente que te vea o ¿que pretendes? ¿dar pena?». Os juro que, a pesar de que en ese momento llegaba el siguiente metro, no he tenido que bajar ni un poquito la música para escuchar esto y que me han temblado las piernas. La reacción de la chica ha...