No mezclar las churras con las merinas…

Que la televisión ofrece espectáculos horrendos lo sabemos todos, que la gente habla sin saber de que habla también y que es muy fácil hacer uso del insulto para defender una teoría es una realidad pero, realmente, al ver escenas como las que se emitieron en el programa «El gato al agua» (del canal Intereconomía) no puedo quedarme de otra forma que no sea INDIGNADA. El ataque televisivo del «señor» Eduardo García Serrano hacía Marina Geli, la consejera de sanidad de Cataluña, me parece un acto lamentable e injustificable. En él vemos como le dirige a la consejera apelativos «cariñosos» como «zorra», «guarra» o «puerca» mientras nos ilustra con una clase de historia romana que se le va de madre. No se puede pasar de criticar la educación sexual advirtiéndonos de que «fabricamos degenerados» a hablar de como los patricios utilizaban niños en sus orgías y quedarse tan tranquilo. Cada cosa en su sitio, por favor, un poco de seriedad. No puedo seguir hablando de ello sin que el enfado me lleve a la crítica facilona hacia su persona así que os dejo el video para que juzguéis vosotros mismos: «Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar  y despejar las dudas definitivamente»  (Groucho Marx)...

Relato erótico de Rasputín

SORPRÉNDEME…SIN LÍMITES Sorpréndeme, a ver que haces con los ojos vendados y las manos atadas, quizás saborearme, olfatearme, escucharme, sentirme o amarme sin límites, advertir el suave aroma de mi sexo, oír el latido acelerado de mi interior, lamerme el cuello erizándome el vello de la piel, como cuando susurras palabras sensuales en mi oreja y el viento húmedo de tu aliento me enloquece. Aún necesito que sin tus ojos y sin tus manos tu cuerpo se agite hasta el extremo, como un rayo electrizante viajando por cada centímetro cuadrado de tu piel, elevando el calor de tus entrañas, extasiando tus sentidos hasta la locura. Te miro. Despacio me acerco. Jadeo de excitación. Doy vueltas a tu alrededor dejando un efímero aroma a tu vera. Camino y camino y mis pisadas crujen en el entarimado. Sabes que estoy junto a ti, pero no puedes verme. Sabes que estás a punto de rozarme, pero no puedes tocarme. Te estremeces e intentas soltarte, pero no puedes. Me acerco por detrás y soplo en tu cuello, saboreo tu lóbulo con un fugaz lametón y me alejo. Sigues excitándote más y más. Suplicas que te libere, que me deseas, que vas a hacerme sentir placer hasta el desmayo, pero sientes que el pañuelo que ata tus manos se tensa aún más y eso te vuelve a estimular. Tu respiración se entrecorta y decides incorporarte y buscarme por la estancia. Me paro y espero. Te mueves torpemente sin rumbo, abriendo tus fosas nasales y aspirando el aire, buscando el aroma que desprende mi cuerpo excitado. Espero. Entonces, tu cuerpo me roza y como dos...

Relato erótico de MacLovin

SENTIDOS “Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atadas”, me dijo. Pero el que me sorprendí fui yo. Quería entenderla y accedí a la experiencia. Con una venda en los ojos, y las manos atadas a la espalda, acerqué mi cara a su cara, y le besé en ambos párpados. Sus pestañas acariciaban mis labios y un cosquilleo recorrió mi cara. Su respiración empezó a acelerarse. Mordisqueé sus labios carnosos y ella me correspondió con un beso que transformó en sonrisa sin separar nuestras bocas. Notaba su aliento húmedo en las mejillas, su sudor en mi pecho, su excitación en el bamboleo de sus caderas. Ataqué su cuello a base de pequeños mordiscos primero, y a medida que su respiración me hablaba, fui aumentando la intensidad hasta que escuché el gemido que estaba esperando. Si me hubiese podido arañar la espalda, estoy seguro de que lo habría echo. Le besé en el extremo del hombro, ahí donde debería empezar el brazo y fui bajando por el costado alternando besos con pequeños mordiscos. Su respiración se iba acelerando. Noté un ligero cosquilleo en la barbilla. Su vello púbico era suave y rizado. A falta de visión, cualquier caricia era un mensaje, una indicación, una señal. Abrió sus piernas y olí la fragancia de su coño. Mi lengua lamió sus labios como si fuera el dulce más exquisito. Estos se abrieron para mi, y un calor húmedo me dio la bienvenida. Succionaba su clítoris y jugueteaba con el con mi lengua. Sus jadeos entrecortados y cada vez más intensos me decían todo lo que quería...

Relato erótico de Luzderass

DESENLACE INESPERADO Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atada. Difícil situación pensé.  Con las manos atadas a la espalda y sin ver nada. Tengo que pensar rápido. Al principio no supe como reaccionar, así que opte por lo fácil. Me levanté de la silla, donde anteriormente había sentido todos mis sentidos a flor de piel. Me acerque a ella por el sonido de su respiración. Y ahí estaba, de pie. Seguro que con una sonrisa en la cara. Me inclino un poco. Acerco mi boca a la suya. No puedo creer el placer que estaba sintiendo, con solo rozar sus labios. Con mi boca juguetona voy abriendo camino, por su cuello, hasta llegar al lugar deseado. Sus oídos. En un susurro, le pido que me desate las manos. Me dice que no. Así que sigo cada curva de su cuerpo, desde sus piernas hasta su entrepierna. Ahí me detengo, notando su vagina húmeda. Con mis dientes desabrocho los botones de sus pantalones. Como puedo intento bajar parte de ellos, hasta encontrarme con sus bragas caladas. Le muerdo por encima de las bragas. Escucho como su respiración se va acelerando, deseando que mi lengua pase entre su pubis. Pero me detengo. Prosigo con mi única arma, mi boca rabiosa, hacía arriba, desde su cintura hasta sus pezones. Puedo sentir como sus pezones se ponen a mil, cada vez que mi lengua los roza. Te suplico que me desates las manos. Pero su respuesta, sigue siendo, no. Me deslizo de nuevo, al punto de inicio. Muerdo tus bragas por una punta y las bajo a la altura...

Relato erótico de Luisa

SORPRÉNDEME  – Sorpréndeme, a ver lo que haces con los ojos vendados y las manos atadas- dijo él. – No. Te sorprenderé, pero serás tú el que estés atado – dijo ella. Hoy era ella quien quería atarle las manos y vendarle los ojos, contrariamente a lo que venía siendo habitual. Hoy era ella quien tenía que actuar; no era su papel; nunca había hecho nada parecido, pero sí era cierto que lo había imaginado en múltiples ocasiones. Pero su imaginación había sido únicamente suya, con ella misma, e íntima. Y ahora eran dos. Pensó que la barra de la ducha era un buen sitio para atarle las manos. La bajó un poco, y ella las ató fuerte con la toalla, de tal forma que aunque quisiese, no pudiera zafarse. Él estaba expectante: le divertía ver cómo ella se lo tomaba tan en serio, y le gustaba verla actuar. Sólo las acciones de ella lo estaban excitando. Ella sentía temor, pero no podía dejar pasar el reto. Lo miró, le sonrió y con decisión cogió su pañuelo y le tapó los ojos. Cuando ella pasó el pañuelo por su cara, él sintió cómo su aroma le cerraba los ojos, y cuando lo anudó, sintió su aliento profundo en la nuca, lo que le ocasionó un cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo. Tan sólo ese gesto le hizo perder su fuerza en las piernas, que se acumuló casi por completo en su miembro. Ella le observó; le vio hermoso, como una estatua griega con toda su musculatura marcada. Sintió el nerviosismo de él por lo que iba a pasar...

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