Por mucho que sepamos que una relación sexual implica algo más que un coito e, incluso, puede darse sin la existencia de éste, es muy común que la gente entienda que «mantener relaciones sexuales» se limita a eso, porque vivimos en una sociedad muy coitocéntrica en la que parece que esa es la única medida válida y que ser virgen o no -según su idea de virginidad- es un estigma que hay que arrastrar a las espaldas.

Estamos acostumbrados a escuchar a la gente hablar de juegos preliminares. Ahí lo tenéis, preliminar, el preámbulo a algo, como si esos juegos fuesen el telonero del grupo al que hemos ido a escuchar. Eso lo único que hace es centrar la relación en el coito, poner toda la presión en él. Podemos besarnos de manera apasionada, tocarnos, acariciarnos, excitarnos, practicar sexo oral pero parece que todo ello sólo es la mecha para que se dispare el gran cohete: el coito.

Tendríamos que considerar una relación coital por lo que realmente es, una práctica sexual más, no un fin, quitarle la importancia que se le ha dado y entender que muchas veces otras prácticas son incluso más íntimas que esa.

Al poner al coito en un pedestal lo único que estamos haciendo es relativizar la importancia del resto y, sin embargo, nos encontramos con millones de problemas por culpa precisamente de ello. En el caso de las mujeres, tras millones de encuestas repetidas hasta la saciedad, hemos visto como muchas de ellas afirman que prefieren los juegos que tienen antes, que el coito en sí. Al mismo tiempo, por consulta aparecen muchísimos hombres con problemas a la hora de lograr una erección o aquejados de «eyaculación precoz» por temor a no dar la talla, a no ser «el macho» que parece que todo hombre tiene que ser.

Pues mira, eso es una tontería. ¿Me vas a decir que porque una mujer no se acueste con un hombre es menos mujer?, entonces ¿por qué si un hombre no práctica el coito, se lleva ese diploma?. Hay que disfrutar de todo, asumir que una felación o un cunnilingus es una relación sexual y que no es necesariamente el «aperitivo».

Volviendo a la metáfora del concierto, lo mejor es planteárselo como si fuese un festival, en el que tocan todos tus grupos favoritos de forma consecutiva. Si te pierdes uno de ellos por quedarte viendo más tiempo a otro que en ese momento te apetece más no es ningún problema, ¿no? Pues entonces vamos a disfrutar de cada actuación, de cada momento.

Pensemos que la relación sexual empezaría ya sólo con las miradas, con el coqueteo, con el «¿luego vamos a mi casa?» y los demás juegos, y ¿cuándo termina? cuando nosotros queramos. No termina con un orgasmo -o sí-, no termina cuando paramos de acariciarnos -o sí-, no termina cuando uno de los dos se va -o sí-…el fin está en nuestras manos.

Para poder darnos cuenta de la importancia que se le da hoy en día a las relaciones coitales, no hay más que ver como la gente la utiliza como medida de una relación, la pregunta ¿te has acostado ya con él? se hace, como si eso marcase el antes o el después, sin preguntarnos que si la respuesta es negativa no significa nada, ya que pueden haber estado toda una noche seduciéndose, acariciándose, besándose, masturbándose…ah! pero como no hubo coito y no está «consumado» eso no cuenta.

Demos la importancia que tiene, no ensalcemos esta práctica ni la desterremos al olvido, disfrutemos de todo, de nuestro cuerpo, del de la persona que nos acompaña en ese momento, del placer que sentimos, de la vida.

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